viernes, 28 de marzo de 2008

Mi barrio, su gente y la madre que los parió.

Me crié en un barrio de muy mala fama y reputación, conformado a base de barracones prefabricados de Uralita, cuyas paredes tenían un grosor de 5 cm y el tejado era únicamente una plancha ondulada que muy malamente protegía de la lluvia. Se rumoreaba entonces que había quien incluso se iba a la cama con el paraguas. Hoy sin duda se le llamarían chabolas adosadas... de aquella y aunque oficialmente eran los Albergues de Guadalupe, lo llamaban "La Ponderosa".
Todos los vecinos éramos de clase pobre, algunos aun lo seguimos siendo, otros en cambio tuvieron más suerte y pasaron a vivir a cuenta del estado que les dio comida y alojamiento gratuito. Los hubo con condenas muy grandes y pasaron así gran parte de su vida. Pero era toda gente muy honrada.
Había vecinos que apenas tenían para comer, no así el caso de mi familia, donde comíamos a la carta... Nos sentábamos a la mesa y mi padre repartía las cartas, al que le tocaba el As de Oros comía y al que no se jodía.
Menos suerte tenía "Los Mandingo", un matrimonio de color... y de un color oscuro... sin rodeos, eran negros... Apenas tenían que llevarse a la boca y pese a ello no hacían otra más que tener hijos.
El recuerdo que tengo de Socorro, que así se llamaba la mujer, es de verla siempre preñada y luciendo orgullosa la panza de la que sacó nada menos que 8 negritos y un mulato.
Lo de los mulatos fue curioso ya que hubo una temporada en la que varios matrimonios blancos tuvieron hijos también mulatos... Yo soy moreno a secas.
Otra familia también numerosa fueron los Reboredo, que como el resto tenían también sus escaseces.
El día que uno de los hijos comió entera la porción de queso que su padre celosamente guardaba para ir rebanando domingo a domingo una loncha como postre. Los reunió a todos y los interrogó, pero ninguno sabía nada del queso: -“Bueno, mejor que ninguno se comiera el queso porque era para ponerle a los ratones y estaba envenenado”-. Les dijo su padre.
-“¡¡ Ay, papá, Ay !!"- gritó Joaquincito mientras se ponía en pie y se llavaba las manos al cuello como si quisiese estráncularse -"llévame pronto al médico que ya me empieza a picar la garganta"-... ¡Y qué pedazo ostia le cayó...!
No le andaba a la zaga el Sr. Manolo, “el barrendero”, que había empezado su vida en el mundo laboral ejerciendo de oficinista en el ayuntamiento de Santiago, cambiando voluntariamente y al poco tiempo el bolígrafo por la escoba.
Eran muchos los que le preguntaban por la razón del cambio, habida cuenta las diferencias tanto económicas como de comodidad que había entre uno y otro oficio. El Sr. Manolo, respondía con alborozo a cuantos le preguntaban diciendo lo gratificante que para él era que todas las mañanas las señoras saliesen a la calle cuando pasaba, en bata de casa y dispuestas a “echarle el polvo”.
Otro personaje muy particular era Pepe, “el limpiabotas”. Un hombre maltratado por su esposa María, “la cojones”, una mujer muy corpulenta y fuerte a quien Pepe le llegaba poco más arriba de la cintura.
El bueno de Pepe, canijo de complexión y borrachín por vocación, soportaba con entereza las palizas que María le propinaba día sí, y día también... Sin embargo no llevaba bien el que su señora fuese un miembro destacado de la Iglesia de los Testigos de Jehová.
Aunque si bien es cierto, e ella poco lo importaba lo que él dijera o pensara a este respecto. Bastaba con que le levantase la mano en ademán de zurrarle para que Pepe se cuadrase.
Una vez escuché como la amenazaba: -“si tu no te sacas de Jehová, yo me meto en la ETA”-. Y dicho esto “la cojonesle metió una ostia que sonó como un latigazo en medio barrio. Yo no la vi, pero la oí...
Esta organización terrorista estaba en auge de popularidad por haber volado por los aires muy recientemente a Carrero Blanco. Al Almirante y al vuelo que le habían dado le recitábamos los chavales del barrio la siguiente:
“Nació en la tierra
vivió en el mar
y subió al cielo
en un Dodge Da”.
Pero no era “la cojones” la más bruta del barrio. La Sra. Virtudes, no le andaba a la zaga aunque era más simpática. Tenía esta mujer tres perros, a los que llamaba: Mico, Nacho y Negro y a los que solía soltar a la calle por la mañana despreocupándose hasta la noche en que cerraba la puerta de casa. Antes de cerrar los llamaba a gritos: “¡¡MICONACHONEGROOO!!”... y el barrio entero se partía de risa...
De esta manera suya de llamarlos salió una frase que se empleaba con mucha popularidad en el barrio cuando se quería destacar algo muy negro: “es más negro que el conacho de Virtudes”.
Y más o menos así era la gente de mi barrio, aunque siempre hay una excepción que rompe la regla.
Y esta excepción se llamaba Paulino. Hombre inquieto y muy ambicioso. El ilustrado del barrio... tenía un año de Bachiller. Se metía en toda cuanta asociación podía y en las que dado a su facilidad de palabra acabada casi siempre teniendo un papel relevante.
Pero tenía Paulino un mal fario y por desgracia siempre había algo que truncaba su fulgurante progresión.
En el barrio había destacado un año como miembro de la Comisión de Fiestas. Al segundo y gracias a su demostrada valía lo eligieron tesorero... y pudo haber sido el presidente al tercero si el anterior no hubiese huido con la recaudación... ¡Qué buen político pudo haber sido!... tenía madera. Lástima aquella gasolinera. Tres años y un día le cayeron por atracarla.

Foto aérea de Santiago de Compostela, que calculo será de la década de los 60. Si pulsas sobre ella podrás verla en un mayor tamaño.
En primer término se ve La Catedral, Plazas del Obradoiro y de La Quintana, así como una buena parte del Casco Antiguo.
Los campos que se ven en el cuadrante izquierdo de la misma están hoy totalmente edificados, que son los barrios de Vista Alegre y Vite.
En la parte superior derecha y dentro del círculo que señalo, estaban los barracones de
"La Ponderosa".

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