sábado, 12 de abril de 2008

Una metedura de pata

Que soy un poco bocazas ya lo sé, un viejo verde también (aunque de momento mucho más verde que viejo), y de que tengo mucha cara es algo que también tengo muy claro.
Digo esto porque ayer me ha sucedido un detalle que aunque ahora me parece gracioso, en el momento que me sucedió me pareció un poco bochornoso, al menos así fue como me quedé, aunque gracias a Dios lo solventé ya que como he dicho tengo también mucho rostro.
Al salir del trabajo y atravesando el parque que hay frente, llamó mi atención una pareja que entren niños, canguros, madres y abuelas, se daba escandalosamente “el lote” medio recostados en un banco.
Yo que sin las gafas veo borroso pero con ellas muy claro, vi que “dos mujeres”se comían la boca, mientras la que me daba la espalda al mismo tiempo le manoseaba los pechos, los muslos y la entrepierna, lo que la otra le facilitaba abriéndolas al máximo.
Lo cierto es que era un espectáculo demasiado fuerte para ser las 7,30 de la tarde en un parque infantil repleto de criaturas.
Que la que se dejaba era mujer lo tengo muy claro, por los pechos, por las piernas y porque yo esas cosas las huelo… aunque también es cierto que llevo unos días resfriado y con mi órgano olfativo taponado.
Además de que por esta zona los hombres vestimos pantalones.
Y a la que me daba la espalda y llevaba la iniciativa en la sobada poco la veía, salvo unas redondas caderas bajo unos ajustados tejanos y una lisa y hermosa melena negra. Siento especial debilidad por las mujeres que tienen así el pelo.
Ostras… y en ese momento como me hubiese gustado ser la de las faldas para que la morena me metiese mano… seguro que yo aun me abriría más de piernas.
Ellas a lo suyo y ajenas a lo mío y yo a lo mío aunque sin perder detalle de lo suyo, fui acercándome cada vez más hasta que les paso por detrás.
Joder, quise parecer un hombre moderno y pasar por su lado y como si nada, lo que no pude pues el espectáculo inevitablemente atraía mi mirada. No iba a ser menos ya que la mano de la morena de la negra melena y a la vista de cualquiera, acariciaba a la otra en todo lo negro y valga la redundancia, y puesto a que es negro también lo es por el pelo, valga ésta entonces por partida doble.
El caso es que paso por detrás y como quien no quiere la cosa, salieron de mi boquita unas palabras que mejor me hubiese tragado:
-“preciosas, si quereis hacer una tortilla, pongo a vuestra disposición mis huevos”-.
Y dejaron lo que estaban y me miraron, y ¡coño que sorpresa!, pues la de la negra melena, la que a mi me gustaba, tenía barba de una semana….
Glups…Tierra trágame…. y para remendar el apuro no se me ocurrió otra que añadir: “aunque mejor otro día, que hoy no llevo condones encima”.
Y haciendo como si nada seguí mi camino aunque mirando ahora como se columpiaba un niño.
Coño, ya sé que les jodí el momento, aunque en mi defensa diré que aquel no era lugar y menos a esas horas para ese tipo de cosas.
Y mira por donde que la morena que me gustaba, aparte de ser moreno y barbudo, me salió un poco rabudo, por lo que mientras me alejaba tuve que escuchar resignado algúno que otro improperio, hasta que envalentonado por mi silencio cayó en gordos insultos.
Y yo, que aparte de ser un verde, un poco bocazas y tener bastante cara, a veces y dependiendo como me fuese el día, también tengo algo de chulería, por lo que me dí media vuelta y haciéndome el matón, sacándome el reloj y al mismo tiempo las gafas, me encaminé de nuevo a ellos poniendo cara de malo… que digo de malo, de muy malo.
Y esta vez no me dirijí, es más, ni siquiera miré al de la negra melena, pues justo es reconecer que en cuanto le vi la barba ya me dejó de atraer.
Miré a la chica, que aunque tirando a rubia también era guapa, consciente como soy de que los hombres somos muy obedientes cuando las mujeres nos dan órdenes, le clavé mi mirada en sus ojos adviriéndole al mismo tiempo que le dijese a su novio que si me volvía insultar le dejaba la boca inservible para el morreo, al menos por unos días.
Y como lo cortés no quita lo valiente, aunque en este caso primero fui valiente y después educado, tambien les pedí disculpas por mi desafortunado comentario.
Lo entendieron a la primera y no dijeron ni pio, tras lo cual me incorporé y seguí mi camino, volviéndome de nuevo hacia ellos cuando llevaba un par de metros, diciéndoles para rematar: “y tu cierra las piernas que se te ven las bragas y tu córtate la melena que de espaldas pareces una nena”.
Un poco más alejado me volví para observarlos y ya se habían puesto a lo suyo como si no hubiese pasado nada… “para que luego digan de mí que tengo mucha cara”.
Pues sí, vaya una metedura de pata, aunque mirándolo bien, había que intentarlo porque… “¿y si cuela?”.
Que bien lo podríamos haber pasado, aunque eso sí, el de la melena tendría que haberse afeitado…

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