sábado, 5 de julio de 2008

El viaje de Julito


Hoy viendo por casualidad la foto que acompaña esta entrada, me acordé de un hecho ocurrido hace muchos años a un amigo de la infancia y que me parece digno de ser contado..
Julito “El Peli” era un tipo de lo más singular, simpático sin querer y el campeón de los trastes. Tenía el cuerpo totalmente cubierto de pecas y el pelo del color de una zanahoria, de ahí que también le llamásemos así “El Zanahoria”, cosa que no le gustaba nada.
Cada verano los chavales del barrio nos las ingeniábamos a diario para recorrer los 15 kilómetros de distancia que había desde Santiago hasta el río Ulla, para darnos un chapuzón. A veces lo hacíamos en bicicleta, otras en auto stop y de la forma que sólo un tipo como Julito sería capaz de hacer y que a continuación relato.
Ese día decidiéramos hacer dedo por lo que nos acercamos hasta las afueras de Santiago en dirección por la que se iba hacia el río.
Nos pusimos en el mismo sitio de siempre, formamos dos grupos y pusimos el pulgar en posición. Por lo general no echábamos mucho tiempo a la espera de que nos parasen, pero ese día y cuando los del primer grupo ya habían sido recogidos hacía un buen rato, las impaciencia se apoderó de Julito, que al paso de un destartalado camión cisterna y tras despedirse de nosotros con un: "nos vemos en Pontevea”, echó una carrera y aprovechándose de la velocidad lenta que el viejo Barreiros llevaba por ser una cuesta bastante pronunciada, se encaramó a la escalerilla de la parte trasera de la cisterna, desde la que nos dijo adiós con la mano.
El bueno de Julito que en esos momento debió pensar que todos los caminos conducían a Roma, no tuvo en cuenta que al final de la cuesta la carretera se abría en dos, una con dirección a Ourense y otra hacia el que era nuestro destino.
Y mira que mala suerte tuvo que en lugar de ir hacia donde él quería el camión tomó la otra dirección. Y como todo lo que sube, acaba bajando, al final de la cuesta comenzaba otra pero hacia abajo por lo que el camión alcanzó una buena velocidad.
Y allá se nos iba el Julito para Ourense.
Aguantó unos cuantos kilómetros allí enganchado hasta que se dio cuenta que o saltaba al vuelo o acababa sabe Dios donde.
Hizo señas a los coches para que guardasen distancia del camión: sepárate que voy a saltar. Pero el camión llevaba velocidad y no encontraba el momento para hacerlo.
Hasta que en una subida aminoró la marcha. Ahora o nunca pensó y tras señalizar la maniobra a la fila de coches que llevaba detrás, saltó y rodó por el asfalto magullándose e hiriéndose en más de tres cuartas partes de su escuálido cuerpo.
Y cuando maltrecho se puso en pie, contó Julito que pensó aliviado que lo peor ya había pasado. Contó también que pensó ahora tocaba volver para Santiago, así que cruzó la carretera para hacer auto stop al otro lado, que eso está chupado.
Contó también que cuando vio aparecer al mismo camión de vuelta, pensó que era una lástima que siendo cuesta abajo no pudiese encaramarse de nuevo a la escalerilla para hacer el viaje de regreso.
Y contó también la sorpresa que se llevó cuando el camión se detuvo delante suya. También contó que el conductor bajó muy enfadado y se dirigió hacia él y contó la paliza que le dio aunque no contó cuantas hostias le metió, sólo dijo que habían sido muchas.
Julito regresó a casa muy tarde, haciendo los 18 kilómetros de distancia que había recorrido colgado en la escalerilla, parte andando y parte en auto stop, y lo hizo magullado y con los dos ojos empavonados.

2 han comentado:

Jose Antonio dijo...

Cuando eramos jovenes que cantidad de locuras cometíamos, me ha gustado tu historia porque me ha recordado una picia que de pequeño lié.

No recuerdo la edad que tendría, estaba en 7 de E.G.B. y cuando ibamos al cole por la tarde, teníamos la manía de subir a unos camiones con remolacha para COGER una poca.

Esa tarde fuí yo el que se subio y comence a pasar remolachas a mis amigos, cuando de pronto les veo que salen corriendo y de repente el camión comienza a moverse.

La aventura fue parda...


Que trastos eramos de peques,ahora cuando mis hijos hagan alguna gorda, tendré que meditar mucho si se merecen un gran castigo o uno disimulado.


Saludos amigo.

Anónimo dijo...

Nosotros de pequeño nos enganchábamos a los coches con el monopatín pero de eso a subirnos en un camión va un mundo. Ahora que también nos pegábamos nuestras leches no creas... :-)