domingo, 31 de agosto de 2008

El caso del checheno de Chechenia

No habían transcurrido ni dos minutos desde que me había sentado en el inodoro, cuando la melodía de Los Pajaritos en mi móvil me advirtió de que tenía una llamada.
Sin reponerme todavía de lo mal que me había sentado el queso del caso anterior, el comisario me requería para investigar un nuevo crimen.
Me informó de que un hombre había sido hallado muerto en su casa por los demás miembros de la familia. Me dio la dirección del lugar y otros datos, los cuales tuve que anotar en el primer papel que encontré a mano, siendo éste un trozo de papel higiénico.
Salí de allí a la carrera, coloqué la sirena en el techo del Ford Escort y me dirigí a toda velocidad hacia la dirección indicada.
La sirena me abría el paso entre la densa circulación que soportaba la avenida a esa hora y antes de llegar a la rotonda que hay al final de la misma, un recuerdo me vino a la mente y provocó que mi cuerpo se estremeciese aterrorizado.
Pisé el freno a fondo y detuve el coche en medio de la calzada, registré mis bolsillos y no me tranquilicé hasta que comprobé que no había utilizado el trozo de papel higiénico en el que había tomado las notas, tras lo cual proseguí mi camino.
Nada más llegar a la casa en la que se había cometido el crimen algo llamó poderosamente mi atención, y fue el ver que mi ayudante había llegado antes que yo.
Por este dato y calculando la distancia que había recorrido, la velocidad a la que había circulado y el tiempo empleado, deduje que había estado más de diez minutos sentado en el retrete.
Me dirigí directamente hacia la cocina, que era donde se encontraba el cuerpo de la víctima, pero por no conocer la casa acabé en el cuarto de baño hasta que la empleada de hogar me acompañó… hasta donde estaba el muerto porque al baño fui yo sólo.
Un hombre de unos 60 años yacía en el suelo con un cuchillo clavado en el corazón. También se encontraba el resto de los habitantes de la casa, su recién enviudada esposa, cuatro hijos del matrimonio, la empleada de hogar y un jóven y fornido jardinero, un checheno de Chechenia.
Antes de interrogar a nadie hice una primera inspección ocular del escenario del crimen sin perder el más mínimo detalle de nada. Todo es importante para una investigación, un simple pelo puede ser relevante para el esclarecimiento de un caso y yo tuve la suerte de encontrar un mechón de pelo rubio en la boca de la víctima… y que casualidad… rubio como el checheno… el único rubio de los allí presentes.
Extraje los pelos e improvisé un envoltorio con el trozo de papel higiénico. Saqué mi teléfono e hice una llamada.
-¿CSI Las Vegas?, aquí el Teniente Vicente de homicidios, que se ponga Grissom…-
-“no se encuentra en estos momentos”- me respondió una voz.
-Pues que se ponga Horacio, de CSI Miami- insistí, pero la voz me respondió que estaba de vacaciones.
Tendré que posponer el análisis del cabello pensé, así que me olvidé de ellos y procedí a interrogar a los presentes, comenzando por quien desde mi primera impresión se había convertido en el principal sospechoso, su viuda.
Del interrogatorio saqué la siguiente información: llevaban 40 años casados, pertenecían a la clase alta y la única pena que sentía era que su esposo hubiese muerto llevándose con él la combinación de la caja fuerte.
Interrogué a los demás sin obtener ninguna pista de la que tirar. Pero un buen policía siempre encuentra un detalle por el que comenzar a investigar, y a falta de laboratorio para analizar el pelo, que la casa no tuviese jardín y que los geranios estuvieran secos me hicieron sospechar del jardinero. Y le tendí una trampa…
Desenvolví el mechón de cabello y disimuladamente dejé que el trozo de papel higiénico se me escurriese entre los dedos, sé que los chechenos son muy educados y eso me llevó a pensar que éste era de los que se bajaría a recogerlo.
Y efectivamente así fue.
Aprovechándome de su inclinación y con mi agilidad felina, coloqué el mechón de pelo en la calva que se advertía en su cabeza… y encajaba perfectamente.
Cuando se incorporó le puse las esposas y le leí sus derechos, tras lo cual lo le dije a mi ayudante que se lo llevase a comisaría.
Antes de arrancar eché un vistazo atrás y sentí lástima de la viuda que ahora sí lloraba desconsoladamente. Pobre mujer, en el mismo día había perdido al jardinero y al marido.
Pero los policías no podemos mostrar sensibilidad ante estos casos, así que encendí un ducados y salí de allí hacia la farmacia de guardia.
El queso seguía dándome la lata.

4 han comentado:

fermin dijo...

Este policía tiene una vista sensacional, menos para el queso.
Esperamos ansiosos el próximo caso.

m4n010 dijo...

El primero de su promoción en todo: investigación, tiro, artes marcianas y sodoku.
Un lince...

Eulogio Diéguez Pérez (Logio) dijo...

Algo habré aprendido de ti para llamarte Maestro.
No se si bueno o si malo.
:o)

VolVoreta dijo...

Lo que da de sí un rollo de papel higiénico, mi Teniente, permítame sugerirle el carbón vegetal para solucionar el problema ese del queso "Chungo" y pásese Ud. al de "San Simón" que obra milagros...en el paladar.

Un beso

p.d. creo que voy a pasar de de las reposiciones del CSI...este Teniente Vicente tiene mucho más gancho :)