Se ha muerto un hombre que estaba vivo
Y así van cayendo los días, las semanas, los meses, los años y el pelo. Es por este motivo que quiero empezar esta entrada felicitando a Javier Gurruchaga, quien haciendo alarde de una gran visión de futuro nos advirtió hace algún tiempo que dentro de cien años todos estaremos calvos.
Esta mañana al tomar café me he llevado un susto de muerte, pero de los de muerte mortal, y que al poco tiempo se convirtió en una inmensa alegría.
Abrí el periódico por una hoja cualquiera y quiso Dios o el azar que ésta fuese por casualidad la que salen las esquelas. Pasé pronto la página porque no soy dado a este tipo de información, más que nada por simple comodidad, ya que si no me entero de quién se ha muerto me ahorro el tener que irle al entierro.
Fue en el justo momento en que la página en la que se anuncian los muertos pasaba por delante de mis narices, que me pareció leer algo que llamó mi atención.
Había muerto MANUEL LOSADA… y me entraron escalofríos al leer mi nombre entre uno más de los fallecidos.
¡Coño!, pero si soy yo… Y me entró tal canguele que me fui corriendo al retrete, tranquilizándome un poco al ver que de mi grifo salía un chorro.
Algo no encajaba porque ¿dónde se ha visto un muerto al que le funcionen los riñones?. Y para una mejor comprobación de mi estado físico viviente, me tiré un pedo y… ¡sorpresa!, el culo también me funcionaba.
Rapidamente y tras tirar de la cisterna me volví para la barra, tragué saliba y me dispuse a comprobar el dato. Y efectivamente allí lo ponía bien claro… Un momento, déjame comprobar una cosa.
Saqué mi DNI de la cartera, lo puse al lado de la esquela y lo verifiqué de nuevo y con más calma. Y que alegría me llevé al ver que el segundo apellido no coincidía con el mío, lo cual gracias a Dios significa que aun sigo vivo.
Para asegurarme del todo le pegué un bocado al churro y un sorbo al café, sintiendo con mucho gusto como sólido y líquido bajaban por el conducto tragatorio hasta llegar al estómago, momento en el que pensé: si mañana puedo cagar esto querrá decir que hoy no me he muerto.
Tranquilamente encendí un cigarro y volví a sentir algo que me hizo aun más feliz, siendo esto el que fui capaz de echar el humo por la nariz, algo que a los muertos se le hace un tanto complicado, incluso para aquellos que la palman por culpa del tabaco.
Así que hago esta entrada para tranquilizar a mis parientes y amigos, a quienes advierto desde aquí que si ven escrito mi nombre entre tanto fallecido, es porque mis padres en su momento tuvieron la brillante idea de bautizarme con el nombre que ya tenía puesto otro.
Espero que se lo tomen con la misma alegría que se lo tomó el director del banco, al que llamé para decirle que estuviese tranquilo, que yo no me había muerto y que le seguiré pagando.
He dicho… y esto es algo que los muertos tampoco dicen.