El dilema
Distinguidos lectores, queridísimas lectoras, una vez más el repentino cambio climático me ha pillado por sorpresa y con el zapato cambiado, ya que en un día hemos pasado de tener un clima fresco y lluvioso, a temperaturas que rondan los 30º, por lo que el calor me ha pillado con calzado de invierno.
Hoy es sábado y ahora mismo son las 11:51 horas de la mañana. En este momento estoy inmerso en pleno debate ya que no sé qué hacer esta tarde, si irme a la playa, o no. Sea lo que sea, lo que sí he hecho es recurrir a dónde suelo hacerlo cuando me surge un problema de estos, al zapatero para cambiarme de zapatos.
Y me he encontrado con que los zapatos de verano están muy gastados, las sandalias rotas, los tenis necesitan un lavado y el coche ruedas nuevas.
Y siempre que lo reviso me llevo sorpresas como éstas, por lo que el día menos pensado me cogerá con el cable cruzado y después de ver que sólo guardo en él zapatos que ya no sirven, acabe prendiéndole fuego al zapatero o arrojándolo al contenedor de la basura.
Sin suspicacias eh, que me estoy refiriendo al zapatero que sirve para guardar los zapatos, no al otro Zapatero. Ojito con esto que yo sé de un payaso al que metieron en la cárcel hace 40 años porque en una actuación cirquense apareció con un retrato enmarcado de Franco diciendo que le gustaría colgarlo.
Quede claro pues que yo jamás colgaría un retrato de Franco, pero me ratifico en lo dicho anteriormente y el día menos pensado mando el zapatero a la mierda.
Pero aparte de pensar en que tengo que renovar mi calzado, el debate que ahora más me ocupa es el si ir o no a la playa esta tarde.
Tengo a favor de ir los siguientes argumentos: tarde calurosa, un libro para leer tumbado al sol, una toalla para estrenar y un chorizo de Salamanca riquísimo para el bocata de la merienda. También tengo a favor la tortilla con pimientos y los calamares fritos que podría cenar en la terraza del bar de mi tocayo en la Playa de Las Gaviotas.
Para no ir expongo los siguientes: siesta de un par de horas al fresco de mi dormitorio, el mismo chorizo de Salamanca para el bocata de la merienda, partido de futbito en el que el equipo de Santiago juega para el título de liga y el coche sin gasolina.
Y con esta duda llevo toda la mañana, ir o no ir, he ahí el dilema…
Ahora que lo digo me viene a la memoria una frase parecida a esta mía. Siendo niño se la escuché decir por la tele a un hombre que tenía una calavera en la mano: “ser o no ser, he ahí el dilema…”.
Cómo lo resolvió es algo que ignoro ya que después de decirla dieron el intermedio, lo que aprovecharon mis padres para mandarme para cama.
Han pasado por lo menos 40 años desde aquella célebre pronunciación y hoy especialmente me gustaría saber cómo despejó aquel hombre sus dudas, si se fue a la playa o se echó la siesta.
Tengo hasta la hora de comer para llegar a un consenso, y si llegado el momento no lo alcanzo haré una prórroga con el postre, y si ahí tampoco lo alcanzase me vería obligado a tomar una decisión salomónica, la cual podría ser: llenar la bañera de agua salada, ponerme el bañador y meter los pies en ella mientras disfruto de una buena lectura o una pequeña siesta.
Y por supuesto comerme ese chorizo de Salamanca tan rico, y luego lo que se tercie.
Hoy es sábado y ahora mismo son las 11:51 horas de la mañana. En este momento estoy inmerso en pleno debate ya que no sé qué hacer esta tarde, si irme a la playa, o no. Sea lo que sea, lo que sí he hecho es recurrir a dónde suelo hacerlo cuando me surge un problema de estos, al zapatero para cambiarme de zapatos.
Y me he encontrado con que los zapatos de verano están muy gastados, las sandalias rotas, los tenis necesitan un lavado y el coche ruedas nuevas.
Y siempre que lo reviso me llevo sorpresas como éstas, por lo que el día menos pensado me cogerá con el cable cruzado y después de ver que sólo guardo en él zapatos que ya no sirven, acabe prendiéndole fuego al zapatero o arrojándolo al contenedor de la basura.
Sin suspicacias eh, que me estoy refiriendo al zapatero que sirve para guardar los zapatos, no al otro Zapatero. Ojito con esto que yo sé de un payaso al que metieron en la cárcel hace 40 años porque en una actuación cirquense apareció con un retrato enmarcado de Franco diciendo que le gustaría colgarlo.
Quede claro pues que yo jamás colgaría un retrato de Franco, pero me ratifico en lo dicho anteriormente y el día menos pensado mando el zapatero a la mierda.
Pero aparte de pensar en que tengo que renovar mi calzado, el debate que ahora más me ocupa es el si ir o no a la playa esta tarde.
Tengo a favor de ir los siguientes argumentos: tarde calurosa, un libro para leer tumbado al sol, una toalla para estrenar y un chorizo de Salamanca riquísimo para el bocata de la merienda. También tengo a favor la tortilla con pimientos y los calamares fritos que podría cenar en la terraza del bar de mi tocayo en la Playa de Las Gaviotas.
Para no ir expongo los siguientes: siesta de un par de horas al fresco de mi dormitorio, el mismo chorizo de Salamanca para el bocata de la merienda, partido de futbito en el que el equipo de Santiago juega para el título de liga y el coche sin gasolina.
Y con esta duda llevo toda la mañana, ir o no ir, he ahí el dilema…
Ahora que lo digo me viene a la memoria una frase parecida a esta mía. Siendo niño se la escuché decir por la tele a un hombre que tenía una calavera en la mano: “ser o no ser, he ahí el dilema…”.
Cómo lo resolvió es algo que ignoro ya que después de decirla dieron el intermedio, lo que aprovecharon mis padres para mandarme para cama.
Han pasado por lo menos 40 años desde aquella célebre pronunciación y hoy especialmente me gustaría saber cómo despejó aquel hombre sus dudas, si se fue a la playa o se echó la siesta.
Tengo hasta la hora de comer para llegar a un consenso, y si llegado el momento no lo alcanzo haré una prórroga con el postre, y si ahí tampoco lo alcanzase me vería obligado a tomar una decisión salomónica, la cual podría ser: llenar la bañera de agua salada, ponerme el bañador y meter los pies en ella mientras disfruto de una buena lectura o una pequeña siesta.
Y por supuesto comerme ese chorizo de Salamanca tan rico, y luego lo que se tercie.