domingo, 17 de abril de 2011

La paloma cagona

Distinguidos lectores, queridísimas lectoras, etc, etc, y etc. Cuando son las 20:29 o'clock exactamente de un domingo que amaneció soleado y despejado y que poco a poco se ha ido engriseciendo sin darme cuenta yo de ello por encontrarme echando una pequeña siesta, la cual se prolongó, minuto más, minuto menos, como cosa de tres horas y media.
He sido despertado de la misma con los sones de trompetas y tambores, los cuales, y digo esto por ser la música una de mis pasiones, no se corresponde al sonido de una charanga ni a que estemos de fiesta.
Por ellos he intuido y sin necesidad de asomarme a la ventana para darle más veracidad a lo que digo, que los feligreses del pueblo han sacado al santo de paseo para exibirlo en procesión, por si alguno de los que aquí vivimos aun no nos hemos enterado de cual es el santo venerado en este pueblo.
Yo soy uno de ellos, pues no tengo puta idea de quien es el santo patrón del pueblo en el que vivo. Y no lo sé ni me importa, yo seguiré venerando a la que en su honor se celebran las fiestas de este pueblo: La trucha.
Para vuestro conocimiento os daré toda cuanta información dispongo del porqué veneramos a la trucha, la cual como todos más o menos sabréis, es un pez de río que una vez que muerde el anzuelo deja de ser pez para convertirse en pescado.
El motivo de que aquí se venere a la trucha, aunque más que venerar nos la comemos, es que el pueblo en el que vivo está rodeado por cinco ríos, dos de los cuales aún no he visto en los 17 años que llevo viviendo aquí.
Uno de ellos pasa a cinco metros de mi casa, el Lengüelle, el otro, el más grande recibe el nombre del Tambre, y luego hay otro que de casualidad descubrí un día dando un paseo entre los verdes parajes que rodean el pueblo. Fue al cruzar un pequeño puente que indicaba el nombre del río: el Cabrón.
Visto el nombre que daban al citado río, me asomé por la barandilla del susodicho puente y comprobé con mis propios ojos que aquello más que un río era un riachuelo, lo que me llevó a pensar que el nombre le venía demasiado grande, pues dado el pequeño cauce del mismo, mejor le quedaría el Cabroncito o Cabroncete.
Mi innato instinto investigador y reflexionador me llevó a la conclusión de que si a ese pequeño regato le llamaban Cabrón, era sin duda alguna debido a que ni el cura había sacado de él ni una mísera trucha.
Los otros dos ríos que dicen rodean también el pueblo espero encontrarlos algún día. Y Espero encontrarlos a ellos sin llegar a perderme entre la maleza verde, la cual es de un tono que los que sabemos de colores denominamos: verde maleza.
No quiero dedicar esta entrada a hablaros ni de mi pueblo, ni de los ríos, ni de las truchas, sino que la quiero dedicar a los feligreses que un día al año sacan al santo de la iglesia para pasearlos por las calles y tocarle los cojones de paso a quien está echando la siesta, tal como ha sido mi caso.
Sigo escuchando las trompetas y los tambores y noto como se van alejando. Este sería el momento cojonudo para asomarme a la ventana y recomendarles que devolviesen al santo a la iglesia, pues tal como se está poniendo el día no me extrañaría que de aquí a un poco se pusiese a llover, con lo cual deduzco la poca gracia que le haría al santo que lo sacasen de paseo precisamente un día de lluvia.
Y digo esto sin saber de que santo se trata, pero como en lugar de ser un santo saquen de paseo a Cristo, le hará menos gracia todavía por sacar al pobre hombre sin más vestimenta que un simple taparabos.
Coño, que yo estoy en mi casa y ya me he puesto una chaqueta porque ha refrescado de carallo. Por eso que imagínate tú la gracia que le hará a Él que lo saquen a pasear casi en pelotas y con este fresco que hace.
Y luego hablamos de los musulmanes... ¡anda que hay cada cristiano que debe tener el humanismo en los cojones!... Porque digo yo qué trabajo les cuesta cubrir a Jesucristo con una prenda de abrigo aunque sólo fuese durante el invierno.
¡Anda la hostia!... que mosqueo... una paloma se ha posado en el antepecho de mi ventana. ¿Será el Espíritu Santo que sabiendo lo que estoy escribiendo se acerca a mí en señal de advertencia para que tenga mucha prudencia con lo que digo?.
En estos momentos nos cruzamos las miradas la paloma y yo... nos las mantenemos... ¡chusssssssss!, silencio, no quiero asustarla... si ahí se encuentra cómoda la dejaré estar ya que no me molesta y al mismo tiempo aumento mi sabiduría mientras la observo, pues a los animales hay que estudiarlos con paciencia para poder entenderlos.
¡SERA HIJA DE PUTA!... me ha cagado en el antepecho de la ventana y se ha ido corriendo, digo volando... pues yo me cago en la cona que la parió y en el palomo que la preñó. Si llego a saber dónde coño tiene el palomar ahora mismo me iba allí a cagar.
¡Dios!, ya me he puesto de mala hostia... estoy seguro que esta cagada es por culpa del ruido de las trompetas y tambores y que la pobre se cagó de miedo, lo cual a mi me importa un carallo y no le servirá de atenuante, pues habiendo tantas ventanas en la calle, ¿por qué cojones vino a cagar a la mía?.
Bueno amigos y amigas, voy a dejar de escribir y fregar la cagada, que pronto llegará la parienta y con lo desconfiada que es puede pensar que esa mierda es mía.

1 han comentado:

Eulogio Diéguez Pérez (Logio) dijo...

Tu con la jodida paloma y yo con los putos perros.