sábado, 25 de febrero de 2012

Protegerse en exceso tiene sus riesgos

Distinguidos lectores, queridísimas lectoras, querid@s amig@s, etc., etc. y etc.. Hoy, o ayer en caso de que leas mañana, poniendo en orden mis papeles, facturas y cargos bancarios, he encontrado una foto que sabía que tenía pero que no sabía donde la tenía y que sigo sin saber qué coño pinta archivada entre las facturas impagadas.
La foto en cuestión es de un inolvidable día en el que junto con mi esposa y otra pareja descendimos 10 km. del río Miño haciendo rafting, que es eso de bajar los rápidos de los ríos en una balsa hinchable.
Por si a alguien se le diese por practicar este deporte denominado "de riesgo", mi consejo es que hagan como nosotros y alquilen la balsa con monitor incorporado, lo cual y que yo recuerde ya antes de meternos en la balsa pagamos al contado y en mano, por ello que no me explico el por qué esa foto está archivada junto a las facturas que debo.
Pero ya que hablo de ello y para chulearme un poco ante vosotras queridísimas lectoras, diré que en tiempos en que toda mi cabeza tenía un espeso pelo tan negro tan negro como el sobaco de una cucaracha, tiempos en los que mis hoy escaralladas cadera y rodillas me lo permitían, yo era un gran aficionado a practicar "deportes de riesgo", de los cuales y por citar alguno y así hacerme el chulo: boxeo, submarinismo con botella, pesca submarina a pelo, esquí alpino sin tener puta idea, rafting como he dicho y también el matrimonio.
Estuve también tentado a descender desde lo alto del Monte Iroite hasta la playa de Las Gaviotas en un parapente biplaza, en el que como podéis suponer iríamos yo y un volador experto que me cobraba 20 euros.
Recuerdo como desde la playa miraba como el biplaza descendía cada media hora con la elegancia y suavidad que lo hacía, es decir, descendían como ángeles, lentamente hasta tocar el suelo y se quedaban tan derechos que daba la impresión de que en lugar de caer desde el cielo para abajo, sólo hubiesen dado un paso.
Aquello me pareció una nueva experiencia que añadir a mi memorioteca, una más para cuando llegado el día de ser abuelo tener una batallita que contar a mis nietos si los tengo. Podría también y ya que esos sí los tengo, contársela a mis hijos, pero tal como ocurrieron los hechos mejor pasar página y contárosla sólo a vosotr@s ya que tengo plena confianza en que no lo iréis diciendo por ahí.
Los hechos ocurrieron en el preciso momento en que tumbado al sol sobre el arenal de la playa estaba haciendo la digestión de lo que había comido: ensaladilla, clamares fritos, una tortilla de patatas y pimientos de Padrón. (Tipical summer comida gallega en una terraza playera un domingo cualquiera). Pues eso, que como no me podía bañar por estar en pleno proceso digestivo y dado que el sol me estaba torrando y a la par me estaba meando, en un arrebato me puse en pie y dije a quienes me acompañaban una frase que les quedó tan grabada que de cuando en cuando, y cuando la ocasión lo requiere, todavía me recuerdan. Esta fue, palabra más palabra menos, la que a continuación y entre comillas escribo:
"Bueno carallo bueno, si ese con pinta de cagao tuvo huevos en bajar en parapente biplaza, yo que los tengo más grandes bajaré sólo en uno".
Y ante sus miradas de asombro me vestí, me calcé y me dirigí hacia el coche, haciendo una parada en el camino para arrimarme contra un pino al cual regué con mi meada que casi ya no aguantaba.
Y tal como dije, así lo hice... ¡bajé sólo!... y aquí hubiese quedado cojonudo añadir: ¡con un par de huevos!, lo cual no puedo añadir porque éstos quedaron en evidencia ante todos cuando me vieron bajar sólo, solo que en lugar de hacerlo en parapente como había dicho, lo hice de mi coche tal cual había subido.
Ese día aprendí una lección muy importante y que me hizo sopesar muchos aspectos de mi vida, llegando tras un largo periodo de reflexión a la inequívoca y exacta conclusión de como puede cambiar una cosa dependiendo desde donde la mires, pues lo que desde abajo me pareció estar chupado, visto desde arriba me dejó acojonado.
Como he dicho y desde aquella antes de sacar mis huevos de paseo verifico que no estén entre los presentes ningun@ de los que aquel día estaban también presentes, pues no sería la primera que vez que por despiste los saco en su presencia y me recuerdan con pitorreo aquel acojonante suceso, cosa que me irrita, pues huevos tener los tengo, aunque también es cierto que a veces los reclamo y me dejan colgado.
Y ya que hablo de ellos (mis huevos) y mi antigua afición de practicar "deportes de riesgo", si queréis os cuento una anécdota que ocurrió el día que hicimos rafting y de la cual ahora me acuerdo gracias a esa foto encontrada entre las facturas impagadas y en la cual estamos embalsados y remando los cuatro arriba mencionados más el monitor al timón, al que juro por mis huevos le pagamos al contado y antes de embarcarnos.
Bueno, queráis o no yo la voy a contar y el que quiera leer que lea y el que no que se vaya a la porra.
Serían aproximadamente las 11:00 o'clock en punto de la mañana de un soleado y primaveral domingo de primavera. La hora la puedo calcular gracias a la posición del sol sobre nuestras cabezas (estas cosas hay que saberlas para practicar este tipo de deportes) y porque al pasar por cerca de una Iglesia, las campanas tocaban para la misa de las once y media.
Una parada a mitad del recorrido y como un atractivo más de la aventura, en un remanso del río nos propuso el monitor saltar al agua desde una roca a unos 7 u 8 metros de altura.
Uno por uno es uno seguimos al monitor trepando fácilmente por la roca, convencidos de lo que íbamos a hacer y con la seguridad que da el llevar un chaleco salvavidas, el cual y por si algun@ jamás se enfundó uno, va abrochado por el pecho y que de la parte trasera cuelga una cinta que pasada por entre las piernas se ata a la parte delantera, asegurando así que el chaleco no se te sacará solo por mucho que te caigas al agua y la marea te lleve y te traiga.
Como mis sabios lectores y lectoras sabrán, el Miño hace frontera con Portugal, hecho por el cual y para evitar conflictos diplomáticos y territoriales entre ambos países, hicimos el recorrido lo más próximo que pudimos de la orilla española que era en la cual estaba la roca.
Primero saltó el monitor y tras él y uno por uno es uno y por este mismo orden, segundo mi amigo, tercero su pareja, cuarto la mía y el quinto... llego arriba miro abajo e ipso facto me rajo.
Vime yo al borde de la roca y calculando la altura que desde mis ojos había hasta el agua, los mismos huevos que desde hace más de 51 años tengo y atesoro, pasaron de convertirse en un par de nueces que es a lo que naturalmente más se parecen, a convertirse en Nocilla automáticamente, y amotinándose contra mis deseos ordenaron a mis piernas que diesen un paso atrás y permaneciesen quietas.
En lo alto de aquella piedra de mis adentros resurgieron los mismos huevos que surgieran en lo alto del Monte Iroite. Se repetía la situación con una importante variación, que al monte había subido sólo y de lo ocurrido en la cima sólo Dios, el monitor un par de expertos parapentistas a los que jamás he vuelto a ver, y yo sabemos lo que aconteció y como fue mi rajada, quedándose el monitor con las ganas de ver lo que se presentía: que a medida que fuésemos descendiendo y como si de una copiosa nevada se tratase, los tejados de las casas de la aldea que sobrevolaríamos quedarían cubiertos de marrón como consecuencia de mi copiosa cagada que seguro me traspasaría el pantalón.
Pasando del alto del Iroite a lo alto de la roca y siguiendo por las alturas, desde ellas escuchaba como de abajo me animaban a dar el salto:
-Venga Manolo, no te lo pienses y salta- dijo uno.
-Es guay- dijo otra.
-¡Serás cagao!- exclamó la mía.
Y yo en lo alto dudando... daba un paso adelante, miraba abajo y recuaba dos pasos para atrás.
Aquellos gritos que desde el agua me lanzaban los demás para animarme a dar el salto rompían el silencio de tan natural entorno, lo cual debió molestar a un pescador que estaba pescando, quien a su vez debió pensar que nuestro alboroto podía también molestar a los peces que quería pescar.
Y en lo alto de la roca escuché un cántico del cual no vi la procedencia pero si entendí la letra. Dado que estábamos en un lugar fronterizo y pensando que este cántico podría proceder de la orilla extranjera, no me lo pensé un instante y por España y por algunos españoles y por algunas españolas, di un salto y me tiré al agua nada más escuchar la primera estrofa de la canción que cantaba el pescador que pescaba oculto, y cuya letra decía:
"Manolo no tiene huevos, Manolo no tiene huevos, Manolo no tiene hueeeevosss y nunca los tendrá"...
Y lo dicho, salté sin dudar cuando me atacaron por los huevos, y doy fe y juro por lo que sea, que por demostrar que los tenía casi me quedo sin ellos, lo cual no ocurrió gracias a que salté con la boca cerrada.
Caí al agua sumergiendome en ella por efecto de la caída, volviendo a la superficie gracias al efecto flotador del chaleco. Desencajado por el dolor, con la boca abierta nade como pude hacia el monitor.
De ella salía un doloroso "aaaahhhhggggg", pese a la dificultad que entraña emitir sonidos teniendo literalmente los cojones en la boca.
-¿Me veg log güevoggg?, gagamelog a ju gitio anteg que log gomite- dije al monitor con la boca abierta y entre lamentos de dolor.
Bastó una palmada de éste en la espalda y los huevos bajaron a su sitio merced al efecto gravitatorio. Gracias a esa palmada hoy puedo decir que aun conservo los huevos y que los tengo en su lugar natural y no al lado de las amígdolas, que fue a donde me los subió la puta cinta del chaleco salvavidas que a través de la entrepierna une la parte delantera y trasera del chaleco, el cual al impactar de súpito con el agua y según el Principio de Arquímides, hizo amago de quedarse arriba y junto con él la cinta y junto con ella mis huevos, los cuales como he dicho conservo gracias a saltar con la boca cerrada.
A toro pasado y cojón magullado, me dijo el monitor tras pedirme perdón por ello, que no se había dado cuenta de advertirme al verme enfundar el chaleco, pues no era yo la primera víctima que a punto estuvo de perder los cojones por la boca al tener atada la puta cinta de marras.
Aquel doloroso suceso dio un cambio radical a mi vida, pues desde ese preciso día comencé a desconfiar de todas las medidas de precaución, por lo que al día siguiente de tan doloroso suceso acudí a mi médico pidiéndole por favor que me hiciese la vasectomía urgentemente.
Le sorprendió que se lo pidiese de tan urgente manera, pienso yo que a lo mejor él pensó que tanta prisa era porque yo quería ser gigoló, de todos modos me preguntó a cuento de qué venía tanta urgencia.
-Entre nosotros doc, no me fío de los condones- le dije en voz baja.
Por la parte que le tocaba intentó convencerme de que si la goma estaba bien puesta, salvo agujero o defecto, no debería haber otro riesgo.
-Hágame caso doc y vasectomiceme inmediatamente, que ayer casi pierdo los huevos por excederme en las precauciones y se me ha metido en la cabeza que el día menos pensado un condón cualquiera puede estrangularme la minga-.
Y asi fue como decidí no volver a ser padre.





En la foto el chaleco de marras, del cual como podéis ver cuelga la cinta que va por la entrepierna y que casi me cuesta los huevos.

6 han comentado:

Eulogio Diéguez Pérez (Logio) dijo...

Le echó un par de huevos y bajó solo... en el mismo coche que había subido.

m4n010 dijo...

Como que con un par, con dos pares de ruedas, sin contar la de repuesto.

José Testón Marín dijo...

Aquí se hace bueno el refrán de:
Animal que no conozcas, tírale por las costilllas. O lo que es lo mismo, si no puedes sacar algo "pa" lante, échate "pa" tras. Sabia elección al borde del precipicio y demasiao descaro con el salvavidas. Aunque solo por el rato de risa que hemos pasado con esta historia, mereció la pena ¿o no?
Un saludo desde la Mancha.

m4n010 dijo...

Pues sí D. José, pasado el dolor la experincia valio la pena, lo cual no quita que cada vez que la recuerdo se me haga un nudo en la garganta.

Saludos y gracias por la visita

Mauro Navarro Ginés dijo...

Fíjese Don Manuel, que hasta mi amigo del alma José Testón, se asoma ya a su ventana. Le puedo asegurar que es muy buena gente, algo se le habrá pegado de este servidor, y ademas hombre prudente y cauto. Algo que por otro lado no entreveo en su comportamiento desatinado. Piense usted, amigo mio, que los huevos son elementos muy a conservar por los machos integrantes de la especie, y no es cuestión de ir por el mundo cometiendo imprudencias que puedan, sin remisión cascarlos, dejandolos igual que una tortilla francesa. Un saludo y prudencia Manolo, prudencia.

m4n010 dijo...

Soy prudente amigo Mauro, de lo cual quedó constancia escrita en la misma.
Cierto es que los machos de la especie debemos conservar intactos los huevos, tan cierto como que no habrá macho que los esconda si otro le reta a que los muestre y sobre todo cuando el retante está oculto entre la maleza.
Pero dado al lugar fronterizo y a que antes que yo habían saltado dos varones y dos hembras, cuando me los citaron, como he dicho y por no dejar a mis paisanos en entredicho, por España y los españones, salté y casi pierdo los cojones.

Seré prudente amigo mío, pero ya sabes que es defecto patrio que todos los patriotas de esta Santa Patria, el tener los cojones en la lengua y la lengua en los cojones,
hacemos lo que sea por ellos hasta el punto de que nos los jugamos por su honor y su valor empleando en su defensa los cojones por la lengua y en casos como este, cuando realmente te los juegas y a punto estas de perderlos, créeme amigo, eso te hace ser más que prudente.
Desde aquel día me los han vuelto a retar cienes y cienes de veces, más antes de sacarlos y recordando la escena, no sólo cuento 10, sino que a veces hasta 100.
Y mira como somos y que contradictorios, que dicho lo dicho y apelando a mi prudencia, hoy apuesto mis reverendisimos huevos que machacamos al Barcelona de Guardiola.

Aquí tienes una muestra más de lo que he dicho, ahora mucho apostar mis cojones por mis colores, para mañana tener que andar con ellos ocultos y engruñados.