Eramos pocos y parió la abuela
Para casos como al que me voy a referir en esta entrada, solía acudir mi abuelo a la siguiente frase “hala carallo, éramos pocos y parió la abuela”.
Y nada más escucharla salía yo corriendo a junto de ella para ver que había tenido, rezando por el camino aquella de “Jesusito de mi vida que eres niño como yo, si mi abuela se puso de parto que no sea niña por favor”.
Por aquel entonces yo estaba soltero por lo que no tenía nada en contra de las niñas , pero sabía que si entraba una en casa le podía ir diciendo adiós al plato de Duralex amarillo en el que día sí, día no, me servían la comida y que tanto me gustaba.
Bastante tenía ya con tener que alternarlo con mi hermano como para tener que compartirlo también con una mocosa desconocida que ni sería ni mi hermana, ni mi sobrina, ni mi nieta.
Y la alegría que me llevaba al llegar a junto de ella y verla regando los geranios.
Mosqueado después de escuchar la frase de mi abuelo miraba con atención la barriga de mi abuela, la cual era redonda y prominente por ser ella de buen diente, mientras que mentalmente echaba mis cuentas y pensaba que si no había parido ya no tardaría en hacerlo, por lo que luego corría para la cocina a coger el plato amarillo y esconderlo debajo de la cama, encima del armario o en una de las cabañas de piedra y ramas que tanto me gustaba construir y en las que por aquel entonces estaba convencido que algún día serían mi verdadero y único hogar.
Por fidelidad hacia mi hermano le informaba donde había escondido el plato, y éste que pese a que por aquel entonces era dos años menor que yo pero gozaba ya de una lengua viperina, cerraba los puños con la rabia al tiempo que exclamaba con ira “me cago en Dios, que no le toque al plato amarillo que es de los dos”.
Hace 40 años de aquellos hechos y pese al tiempo transcurrido desde entonces, mi hermano sigue siendo dos años menor que yo y sigue conservando esa lengua tan fina que Dios le dio.
A la hora de comer el plato aparecía siempre en la mesa, un día en mi parte, otro en la de mi hermano. Y así sucesivamente durante un tiempo hasta que entró en escena la tonta de mi prima, quien se hizo dueña y señorita no sólo de nuestro plato, sino que también de mi Madelman soldado, el cual por cortesía le dejé una tarde para que jugase, devolviéndomelo esa misma noche completamente desnudo y amariconado del todo.
Debo aclarar que esa prima no fue parida por mi abuela, sino que lo hizo para más inri mi tía la sevillana, con lo que esa prima no era ni hermana, ni nieta, ni sobrina, ni nada, por no ser, ni siquiera era paisana… pero nos birló para siempre a mi hermano y a mi nuestro querido plato amarillo.
Hasta que mi abuelo se percató de nuestro dolor, por lo que un buen día cuando discutíamos por él a la hora de la comida, cogió el plato y tras decir aquella frase que jamás olvidaré “ni para una ni para otros”, lanzó el plato al suelo rompiéndolo en mil trozos.
Creo que ese día y en ese momento casi me hice un hombre, el otro casi me hice cuando sin darme cuenta fui a caer a los brazos de María José “la faboca”, o mejor dicho, cuando se me echó encima y me echó lo otro que no cuento. Reconozco que al principio tuve miedo, pero luego… ummmm, que recuerdos.
Esta historia que os cuento me vino a la cabeza al conocer la subida de impuestos que nos prepara el Gobierno, ya que al enterarme de ella no pude más que exclamar “manda carallo, éramos pocos y parió la abuela”.
Dejaré para otro día una entrada referente a ella por haberme extendido hoy bastante con esta, pero antes de acabar con ella quiero dejar bien claro que ya una vez me jodieron el plato, que fue muy duro acostumbrarme al de Duralex transparente común y corriente, pero aquí estoy yo, sacando pecho y orgulloso de lo hecho.
Ahora, 40 años después de aquellos hechos, viene un listillo dispuesto a hacer de mi un primo y si bien de esta vez no me joderá el plato, si parece dispuesto para que a la hora de la mesa sirva estos vacios, porque con lo cara que está la vida sólo nos faltaba eso.
Como diría mi abuelo ahora ”que lles den po lo cu”.
Y nada más escucharla salía yo corriendo a junto de ella para ver que había tenido, rezando por el camino aquella de “Jesusito de mi vida que eres niño como yo, si mi abuela se puso de parto que no sea niña por favor”.
Por aquel entonces yo estaba soltero por lo que no tenía nada en contra de las niñas , pero sabía que si entraba una en casa le podía ir diciendo adiós al plato de Duralex amarillo en el que día sí, día no, me servían la comida y que tanto me gustaba.
Bastante tenía ya con tener que alternarlo con mi hermano como para tener que compartirlo también con una mocosa desconocida que ni sería ni mi hermana, ni mi sobrina, ni mi nieta.
Y la alegría que me llevaba al llegar a junto de ella y verla regando los geranios.
Mosqueado después de escuchar la frase de mi abuelo miraba con atención la barriga de mi abuela, la cual era redonda y prominente por ser ella de buen diente, mientras que mentalmente echaba mis cuentas y pensaba que si no había parido ya no tardaría en hacerlo, por lo que luego corría para la cocina a coger el plato amarillo y esconderlo debajo de la cama, encima del armario o en una de las cabañas de piedra y ramas que tanto me gustaba construir y en las que por aquel entonces estaba convencido que algún día serían mi verdadero y único hogar.
Por fidelidad hacia mi hermano le informaba donde había escondido el plato, y éste que pese a que por aquel entonces era dos años menor que yo pero gozaba ya de una lengua viperina, cerraba los puños con la rabia al tiempo que exclamaba con ira “me cago en Dios, que no le toque al plato amarillo que es de los dos”.
Hace 40 años de aquellos hechos y pese al tiempo transcurrido desde entonces, mi hermano sigue siendo dos años menor que yo y sigue conservando esa lengua tan fina que Dios le dio.
A la hora de comer el plato aparecía siempre en la mesa, un día en mi parte, otro en la de mi hermano. Y así sucesivamente durante un tiempo hasta que entró en escena la tonta de mi prima, quien se hizo dueña y señorita no sólo de nuestro plato, sino que también de mi Madelman soldado, el cual por cortesía le dejé una tarde para que jugase, devolviéndomelo esa misma noche completamente desnudo y amariconado del todo.
Debo aclarar que esa prima no fue parida por mi abuela, sino que lo hizo para más inri mi tía la sevillana, con lo que esa prima no era ni hermana, ni nieta, ni sobrina, ni nada, por no ser, ni siquiera era paisana… pero nos birló para siempre a mi hermano y a mi nuestro querido plato amarillo.
Hasta que mi abuelo se percató de nuestro dolor, por lo que un buen día cuando discutíamos por él a la hora de la comida, cogió el plato y tras decir aquella frase que jamás olvidaré “ni para una ni para otros”, lanzó el plato al suelo rompiéndolo en mil trozos.
Creo que ese día y en ese momento casi me hice un hombre, el otro casi me hice cuando sin darme cuenta fui a caer a los brazos de María José “la faboca”, o mejor dicho, cuando se me echó encima y me echó lo otro que no cuento. Reconozco que al principio tuve miedo, pero luego… ummmm, que recuerdos.
Esta historia que os cuento me vino a la cabeza al conocer la subida de impuestos que nos prepara el Gobierno, ya que al enterarme de ella no pude más que exclamar “manda carallo, éramos pocos y parió la abuela”.
Dejaré para otro día una entrada referente a ella por haberme extendido hoy bastante con esta, pero antes de acabar con ella quiero dejar bien claro que ya una vez me jodieron el plato, que fue muy duro acostumbrarme al de Duralex transparente común y corriente, pero aquí estoy yo, sacando pecho y orgulloso de lo hecho.
Ahora, 40 años después de aquellos hechos, viene un listillo dispuesto a hacer de mi un primo y si bien de esta vez no me joderá el plato, si parece dispuesto para que a la hora de la mesa sirva estos vacios, porque con lo cara que está la vida sólo nos faltaba eso.
Como diría mi abuelo ahora ”que lles den po lo cu”.
5 han comentado:
Me parece M4n0l0 que esta vez se llevan el plato blanco, los restos del amarillo, a tu abuelo, a tu abuela, al madelman, a tu prima, la cabaña, a tu hermano y hasta lo otro que te echó María José “la faboca”.
Nos van a dejar tiritando.
Cierto Aspec, ni para echarnos a los cerdos.
A mi que me vayan buscando las perras que tengo que poner para tapar su agujero que como no las pinte.....
Genial encanto
Besitossssssssss (nos besaremos que es lo único que de momento nos va a quedar)
Postdata: Gracias por tu comentario que he añadido hoy a mi entrada porque era una pena que se perdiera una joya así. Gracias de nuevo
Desde luego es que se está poniendo la cosa muy fea. Y encima este pretende subir los impuesto con casi la mitad del pais sin trabajo. Vamos que a este paso estaremos todo en paro y entonces si que si me voy a reir yo.
¿Que nos van a subir los impuesto?... no no, mejor no contestes... que una vive muy feliz en la ignorancia.
Yo también me acordé de la familia, pero de la de estos indecentes que están hundiedo en la más profunda miseria a nuestro país.
Un abrazo.
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