Pozuelo de Alcornoques
Distinguidos lectores, queridísimas lectoras y estimados nipones de los cojones, como bien dice un proverbio chino: “chin chan wan pis, piticlín piticlín, tolón tolón”, que traducido al cristiano quiere decir: “no bebas si no sabes mearlo”.
Proverbio que en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón no deben conocer ni los jóvenes ni la madre que los parió, lo cual es hasta cierto punto comprensible ya que la manada de pijos que el sábado armaron las de Caín, prefieren andar por ahí emborrachándose y haciendo el indio en lugar de aprender chino. Y claro, luego nos quejamos de cómo va el País.
Pero esta falta de voluntad para aprender idiomas debería suplirse con la receta de mi abuela para casos parecidos, pues en mis tiempos mozos solía decirme mientras yo me ponía guapo para salir de juerga “como me entere que te emborrachas y haces el indio por ahí, te meto una hostia que no vuelves a ver el sol en quince días”.
Sí, mi abuela, pero tendrías que ver el brazo que tenía y la mala leche que gastaba a la hora de implantar la educación. Tanta era la que tenía que en cierta ocasión llegó a implantarme el mango de la escoba en la espalda.
No tengo por ello ningún trauma ni rencor, y si algo le reprocharía sería el que no me rompiese la cara el día que se enteró que yo fumaba.
Ese brazo que pendía sobre mi cabeza antes de salir de juerga me tenía tan acojonado que ni de coña me tomaba esta amenaza a coña, por lo que cuando salía de noche bebía como cualquiera, aunque en lugar de hacer el indio hacía de cantante sin orquesta, y no por ello hasta la fecha le han ido con quejas por haberle roto los tímpanos a nadie y eso que canto de puta pena.
Bueno sí, una vez fui a cantarle a la ventana de una vecina, al ver que no se asomaba con mis primeras notas le lancé piedrecitas a los cristales. Al no asomarse tampoco lo hice con piedras más grandes. A la segunda pedrada le rompí el cristal de la ventana.
Aquello fue un accidente porque mi intención no era otra más que conquistarla, cosa que no llegué a hacer por estar ella ausente en la casa. Esa fue una de tantas veces en las que en lugar de hacer el indio hice el gilipollas.
Pero bueno, al final salió bien la cosa porque acabé ligando con la vecina del piso superior que se asomó a la ventana en camisón, escojonandose de risa al verme con una cogorza encima, la farola de ganchete y cantando el “sal al balcón, tira un jamón que te vino a cantar Manolo, el nieto de Maruja”.
Había que ser claro y concreto, pues de Manolos estaba el barrio repleto.
Sin lugar a dudas, los acontecimientos del pasado sábado en Pozuelo de Alarcón los hubiese solucionado mi abuela con un poco de mano dura y algo de mano izquierda. Es decir, primero una buena somanta de hostias hasta que se mostrasen arrepentidos y luego un vasito de gaseosa para hacerles ver que se puede beber sin hacer el indio.
Claro que en el barrio en el que yo me crié sólo había un pijo, el de Paulino “el Bertorella”, que con dos ribeiros encima se bajaba los pantalones y lo mostraba a cualquiera, cosa que solía hacer diariamente, incluidos domingos y festivos, entre 9 y 9:30 de la noche, hora a la que se juntaba un grupo de vecinas para verlo pasar tambaleando camino de su casa.
Cierto día Paulino tomó el pijo en su mano y se lo mostró aun con más descaro al tiempo que profirió una grosería que ahora no logro recordar, ocasionando que Dolores “la víbora” fuese tras él y le metiese un par de hostias que pusieron fin al pijerio de Paulino.
Por eso que yo digo que sucesos como los del pasado sábado se hubiesen evitado con un par de hostias bien dadas, pero no dárselas una vez que se emborrachan, sino que antes de salir de casa, porque una cosa tengo muy clara, y es que los desmanes de esta juventud irrespetuosa y malcriada se erradicaban de un tajo con dos hostias bien calzadas y un vasito de gaseosa.
Conmigo funcionó, mira sino porque yo entiendo tan bien el chino.
Proverbio que en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón no deben conocer ni los jóvenes ni la madre que los parió, lo cual es hasta cierto punto comprensible ya que la manada de pijos que el sábado armaron las de Caín, prefieren andar por ahí emborrachándose y haciendo el indio en lugar de aprender chino. Y claro, luego nos quejamos de cómo va el País.
Pero esta falta de voluntad para aprender idiomas debería suplirse con la receta de mi abuela para casos parecidos, pues en mis tiempos mozos solía decirme mientras yo me ponía guapo para salir de juerga “como me entere que te emborrachas y haces el indio por ahí, te meto una hostia que no vuelves a ver el sol en quince días”.
Sí, mi abuela, pero tendrías que ver el brazo que tenía y la mala leche que gastaba a la hora de implantar la educación. Tanta era la que tenía que en cierta ocasión llegó a implantarme el mango de la escoba en la espalda.
No tengo por ello ningún trauma ni rencor, y si algo le reprocharía sería el que no me rompiese la cara el día que se enteró que yo fumaba.
Ese brazo que pendía sobre mi cabeza antes de salir de juerga me tenía tan acojonado que ni de coña me tomaba esta amenaza a coña, por lo que cuando salía de noche bebía como cualquiera, aunque en lugar de hacer el indio hacía de cantante sin orquesta, y no por ello hasta la fecha le han ido con quejas por haberle roto los tímpanos a nadie y eso que canto de puta pena.
Bueno sí, una vez fui a cantarle a la ventana de una vecina, al ver que no se asomaba con mis primeras notas le lancé piedrecitas a los cristales. Al no asomarse tampoco lo hice con piedras más grandes. A la segunda pedrada le rompí el cristal de la ventana.
Aquello fue un accidente porque mi intención no era otra más que conquistarla, cosa que no llegué a hacer por estar ella ausente en la casa. Esa fue una de tantas veces en las que en lugar de hacer el indio hice el gilipollas.
Pero bueno, al final salió bien la cosa porque acabé ligando con la vecina del piso superior que se asomó a la ventana en camisón, escojonandose de risa al verme con una cogorza encima, la farola de ganchete y cantando el “sal al balcón, tira un jamón que te vino a cantar Manolo, el nieto de Maruja”.
Había que ser claro y concreto, pues de Manolos estaba el barrio repleto.
Sin lugar a dudas, los acontecimientos del pasado sábado en Pozuelo de Alarcón los hubiese solucionado mi abuela con un poco de mano dura y algo de mano izquierda. Es decir, primero una buena somanta de hostias hasta que se mostrasen arrepentidos y luego un vasito de gaseosa para hacerles ver que se puede beber sin hacer el indio.
Claro que en el barrio en el que yo me crié sólo había un pijo, el de Paulino “el Bertorella”, que con dos ribeiros encima se bajaba los pantalones y lo mostraba a cualquiera, cosa que solía hacer diariamente, incluidos domingos y festivos, entre 9 y 9:30 de la noche, hora a la que se juntaba un grupo de vecinas para verlo pasar tambaleando camino de su casa.
Cierto día Paulino tomó el pijo en su mano y se lo mostró aun con más descaro al tiempo que profirió una grosería que ahora no logro recordar, ocasionando que Dolores “la víbora” fuese tras él y le metiese un par de hostias que pusieron fin al pijerio de Paulino.
Por eso que yo digo que sucesos como los del pasado sábado se hubiesen evitado con un par de hostias bien dadas, pero no dárselas una vez que se emborrachan, sino que antes de salir de casa, porque una cosa tengo muy clara, y es que los desmanes de esta juventud irrespetuosa y malcriada se erradicaban de un tajo con dos hostias bien calzadas y un vasito de gaseosa.
Conmigo funcionó, mira sino porque yo entiendo tan bien el chino.
4 han comentado:
Manolo, eres un CRACK, yo no paro de reir desde que abro este blog hasta que lo cierro. Enhorabuena
Fdo: Maria L.
El Post genial. Como siempre divertido.
(El pueblo al que te refieres debe de ser el hijo de Pozuelo de Alarcón y de Alcorcón. No sé como sería, pero los pijos, todos, en Pozuelo de Alarcón.)
Y sí, pero si les das un par de leches, ahora, te la buscas tú...
Madre mia cuanta razón tenía tua abuela. Es que además, permiteme añadir, la forma que tienen muchos de esos jóvenes de expresarse. Estaba escuchando una entrevsta y es que era horroroso segur la conversación : " Si bueno.... y tal.... y eso.... y mi colega pues se jodió y tal, y tal ... puesss...".
Irritante vamos. Yo también chupé unas cuantas hostias de esas y aqui estoy trabajando decentemente y llevando mi vida de lo más normal.
Querido, tienes más razón que un santo, pero ahora ya sabes, te denuncian y se lía la parda.
Antes como no existía el verbo traumatizar, las cosas se arreglaban con un par de soplamocos y a otra cosa, mariposa.
Besitosssssss
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