Mis primeros años de trabajo
El 12 de julio cumplo 48 años de edad y 34 años y 25 días currando… y en todos estos años de trabajo en los que he hecho casi de todo, he pasado también por casi todo tipo de situaciones, siendo las más extraordinarias las que me han ocurrido en mis primeros años en el mundo laboral.
Y es que poner a un chaval de 13 años y con cara de niño bueno de cobrador de facturas no es muy recomendable y ponerlo a controlar el trabajo de los operarios en una obra menos aun.
Como cobrador de facturas he escuchado de todo, aparte de las más disparatadas excusas, desde amenazarme con patearme el culo si volvía, hasta confundirme con otra persona y abrirme la puerta una mujer con los brazos abiertos y en pelotas … que putada.
Y no fue esa la única vez que una mujer me puso los dientes largos en el trabajo, alguna me puso larga otra cosa.
Recuerdo una ocasión en la que debía cobrar la factura a una mujer de muy buen ver y que era señora un marino que por razones de oficio se pasaba largas temporadas fuera de casa, por lo que las malas lenguas le suponían ciertas carencias.
Yo de eso poco sabía ya que era aun un crío, pero esos rumores llegaron a mis oídos.
Por ser ésta mal pagadora, pasaba por su casa como mínimo una vez a la semana, siempre fuera de la jornada de trabajo y camino de mía ya que me quedaba en el trayecto.
Y siempre que iba lo hacía imaginándome que me abría desnuda y me pedía que colmase sus carencias, lo que de aquella época y a una mujer como aquella podía hacer a plazos, es decir muchas y continuadas veces.
Y un día… un día pensé que mis deseos se cumplían, pues abrió la puerta vestida con una bata de casa muy corta y cuando me vio se le puso una sonrisa que le llegó de oreja a oreja a la vez que exclamó: “¡un hombre!... justo lo que yo necesitaba en este momento”.
Me mandó pasar, lo que hasta ese día nunca había hecho, me llevó hasta la sala y después de señalarme un sofá y pedirme que me sentara, me preguntó si me apetecía una Coca-Cola, lo que casi emocionado acepté.
Me dejó allí sentado y se fue a por la bebida y al dame la espalda aproveché para mirarla bien y en ese momento juraría, e incluso ahora que lo recuerdo, que bajo la bata no llevaba puesto nada, ni sujetador ni braga.
Volvió al rato con una lata y un vaso y después de guiñarme un ojo, dio media vuelta y se alejó otra vez, lo que volví a aprovechar para recrear mi vista con aquellos muslazos que ya me imaginaba rodeados con mis brazos.
Y cuando en mis pensamientos ya cabalgaba sobre la señora, apareció otra vez en la sala con un enchufe en una mano y un destornillador en la otra.
-“A ver si eres capaz de arreglarme el enchufe de la lavadora”-.
El cielo se me vino encima… y menos mal que no me había quitado los pantalones.
Y lo intenté, vaya que si lo intenté, pero no fui capaz de hacerlo por no ser yo muy práctico en esas cosas, por los nervios de la situación y por el empalme que tenía.
No cumplí mi fantasía y aunque a ella no pude, al menos y por despiste, le jodí el destornillador.
Y si esta fue una anécdota de tantas que he tenido por andar de puerta en puerta, las tengo también que me han ocurrido por andar de obra en obra. Y es que en las obras he visto cada cosa…
Pero esas las dejaré para otro día ya que van a ser las 12, mañana es lunes y la mujer me ha guiñado un ojo…
Y es que poner a un chaval de 13 años y con cara de niño bueno de cobrador de facturas no es muy recomendable y ponerlo a controlar el trabajo de los operarios en una obra menos aun.
Como cobrador de facturas he escuchado de todo, aparte de las más disparatadas excusas, desde amenazarme con patearme el culo si volvía, hasta confundirme con otra persona y abrirme la puerta una mujer con los brazos abiertos y en pelotas … que putada.
Y no fue esa la única vez que una mujer me puso los dientes largos en el trabajo, alguna me puso larga otra cosa.
Recuerdo una ocasión en la que debía cobrar la factura a una mujer de muy buen ver y que era señora un marino que por razones de oficio se pasaba largas temporadas fuera de casa, por lo que las malas lenguas le suponían ciertas carencias.
Yo de eso poco sabía ya que era aun un crío, pero esos rumores llegaron a mis oídos.
Por ser ésta mal pagadora, pasaba por su casa como mínimo una vez a la semana, siempre fuera de la jornada de trabajo y camino de mía ya que me quedaba en el trayecto.
Y siempre que iba lo hacía imaginándome que me abría desnuda y me pedía que colmase sus carencias, lo que de aquella época y a una mujer como aquella podía hacer a plazos, es decir muchas y continuadas veces.
Y un día… un día pensé que mis deseos se cumplían, pues abrió la puerta vestida con una bata de casa muy corta y cuando me vio se le puso una sonrisa que le llegó de oreja a oreja a la vez que exclamó: “¡un hombre!... justo lo que yo necesitaba en este momento”.
Me mandó pasar, lo que hasta ese día nunca había hecho, me llevó hasta la sala y después de señalarme un sofá y pedirme que me sentara, me preguntó si me apetecía una Coca-Cola, lo que casi emocionado acepté.
Me dejó allí sentado y se fue a por la bebida y al dame la espalda aproveché para mirarla bien y en ese momento juraría, e incluso ahora que lo recuerdo, que bajo la bata no llevaba puesto nada, ni sujetador ni braga.
Volvió al rato con una lata y un vaso y después de guiñarme un ojo, dio media vuelta y se alejó otra vez, lo que volví a aprovechar para recrear mi vista con aquellos muslazos que ya me imaginaba rodeados con mis brazos.
Y cuando en mis pensamientos ya cabalgaba sobre la señora, apareció otra vez en la sala con un enchufe en una mano y un destornillador en la otra.
-“A ver si eres capaz de arreglarme el enchufe de la lavadora”-.
El cielo se me vino encima… y menos mal que no me había quitado los pantalones.
Y lo intenté, vaya que si lo intenté, pero no fui capaz de hacerlo por no ser yo muy práctico en esas cosas, por los nervios de la situación y por el empalme que tenía.
No cumplí mi fantasía y aunque a ella no pude, al menos y por despiste, le jodí el destornillador.
Y si esta fue una anécdota de tantas que he tenido por andar de puerta en puerta, las tengo también que me han ocurrido por andar de obra en obra. Y es que en las obras he visto cada cosa…
Pero esas las dejaré para otro día ya que van a ser las 12, mañana es lunes y la mujer me ha guiñado un ojo…
3 han comentado:
jajajaja Pobrecito.. menuda decepción te llevarías¡¡¡ jajaja
No se te ocurrió insinuarte a ver qué pasaba?? xD
Besos¡¡
Hola guapa... pues sí, menuda decepción, y no fue lo único que me llevé, y no lo digo por el destornillador.
Insinuarme?... ps, no sé que hubiera pasado, yo tendría unos 15 y ella estaba en la cuarentena. Probablemente le hubiese dado un ataque de risa... creo que hubiese sido más convincente mostrarle como me había puesto la cosa.
De todos modos esta fue por lo que yo pensé, si fue la más graciosa, pero hubo alguna señora muy desgraciada que me lo hizo muchísimo peor.
¡Dios!... cuanto ha abusado alguna de mi inocencia.
Besos
jajaja pobre :D
Bueno.... batallitas para contar cuando seas mayor :D
Un beso¡¡¡
Publicar un comentario