Me estoy haciendo viejo
Distinguidos lectores, queridísimas lectoras, etc, etc, y etc. Hoy llevo un día medio raro desde que afeitándome no me quedó más remedio que mirarme al espejo.
No me he cortado ni desfigurado mi hermoso rostro si eso es lo que piensas, pero he encontrado un pelo en las cejas que me ha tocado los cojones, metafóricamente hablando claro, pues tendría que ser demasiado largo para llegarme tan abajo.
Y tan largo, tan largo no era, pero para que os hagáis una idea diré que hacía un rizo que rizaba el rizo y finalizaba con un tirabuzón que se camuflaba entre los demás pelos de las cejas. Cuando lo pillé tiré de él y me llegaba casi, casi, hasta la punta de la napia.
Evidentenmente lo arranqué con una pinza de depilar pues como adorno quedaba fatal aparte de que me afeaba bastante lo cual era engañante ya que yo soy muy guapo. Para que os hagáis una idea diré que soy una mezcla entre Yors Cluny y Budi Alen.
Tener que hacerme las cejas a mi edad no es cosa que me importe, a fin de cuentas ya me he tenido que arrancar algún pelo que asomaba por mi nariz, al igual que algún que otro que me salía por el orificio auditivo el cual es vulgarmente conocido como oreja.
Lo que más me jodió del pelito de los cojones (exprensión también vulgar ésta, pues como he dicho antes, el pelo lo tenía en las cejas) es que es una señal más de que estoy envejeciendo, y menos mal, menos mal que el susodicho pelo era negro y no blanco, lo cual podría agravar más la cosa.
La cosa tuvo su lado bueno también es cierto, pues una vez arrancado me dí cuenta que no tenía el cristal de las gafas rayado.
Pero sí, me he visto más viejo por culpa de un puto pelo, y ante ésto lo primero que vino a mi cabeza es como poder remediar o al menos retrasar mi envejecimiento natural, así que sin dudarlo un instante acudí a una farmacia y me compré unas pinzas de depilar, pero de las buenas.
También me ha tocado acudir al urólogo pues me han adelantado una cita que tenía para más adelante al encontrarme unos quistes en los riñones. Suerte que estoy con antidepresivos, pues en circunstancias normales con sólo decirme eso del miedo me hubiese cagado por los pantalones. Pero gracias al tratamiento que estoy tomando para la depresión acudí al urólogo sin ningún tipo me miedo y que fuese lo que Dios quisiese.
Eso sí, como lo cortés no quita lo valiente, debo decir que acudí sin miedo pero con el culo muy, pero que muy prieto, pues que no me libraría de un tacto rectal era algo que daba por hecho.
Y fíjate que mala suerte tuve que cuando entré en consulta en lugar de un urólogo estaba una uróloga, unos cuantos años menos que yo y muy guapa por cierto. Tanto es así que nada más verla aflojé el orificio culero y hasta pensé que sería morboso que me violase con su dedo.
Me explicó con pelos y señales el porqué de estos quistes, a los que restó importancia al mismo tiempo que me dijo que el 60% de la población también los tenía aunque no lo supiesen.
Ella me lo explicaba y mientras yo me imaginaba la escena: yo a cuatro patas y con el culo mirando para Cuenca y la tía metiéndome su dedo por el susodicho orificio. Y por primera vez en mi vida perdí el miedo a que me hiciesen un tacto rectal, es más, estaba incluso dispuesto a fingir un orgasmo.
Pero no, al contrario que las anteriores visitas había hecho al urólogo, de esta vez no me metieron el dedo por el orificio culero ni me palparon los huevos. ¡Vaya un chasco del carallo!, porque la doctora estaba muy buena.
Seguro que si llega a estar el urólogo anterior, un calvo, gordo y barbudo, me hubiese metido el dedo por el culo.
De todos modos está tarde cuando me eche la siesta, antes de dormir me vino a la cabaza el tema este del tacto rectal. Y he pensado mucho sobre esto. Pensé que pese a tanto avance en la medicina, en la tecnología. En tantos y tantos logrós mecánicos y tecnológicos a los que la humanidad llegó: el Challeguer ese que vuela alrededor de la tierra, los satélites, la telefonía móvil, Internet, el papel higiéncio y como estos un largo etc.... ¡Coño, si hasta hemos puesto el pie en la luna, lo cual no han hecho aún los marcianos!.
El caso es que pensaba en todo eso y me preguntaba a mí mismo ¿cómo es posible que hayamos avanzado tanto en algunos aspectos y en otros sigamos estancados?, porque eso de que te metan el dedo por el culo para examinarte la próstata debería estar más que anticuado.
¡Coño!, que hay rayos X, ecografías, resonancias magnéticas y otro tipo de artilugios no tan violentos como meterte por el culo un dedo.
Y me lo pregunté antes de dormirme y zas... cuando estaba a punto de llegar a una respuesta, voy y me quedo dormido... ¡manda huevos!, que diría Trillo.
Al despertarme de la siesta ya no recordé la respuesta a la pregunta que me había hecho... otro síntoma más de que estoy envejeciendo: la pérdida de memoria. Porque yo tenía mucha, pero que mucha memoria... y no recuerdo dónde cojones la he dejado.
Bueno, voy a dar por concluida esta entrada porque estoy escribiendo con el ordenador de la niña y ya me lo está pidiendo y además se está cabreando bastante por lo que estoy tardando en acabar.
Así que distinguidos lectores y queridísimas lectoras, por hoy me despido de vosotros y voy a hacerlo poniendo a esta entrada el punto y final que se merece.
Punto y final.
No me he cortado ni desfigurado mi hermoso rostro si eso es lo que piensas, pero he encontrado un pelo en las cejas que me ha tocado los cojones, metafóricamente hablando claro, pues tendría que ser demasiado largo para llegarme tan abajo.
Y tan largo, tan largo no era, pero para que os hagáis una idea diré que hacía un rizo que rizaba el rizo y finalizaba con un tirabuzón que se camuflaba entre los demás pelos de las cejas. Cuando lo pillé tiré de él y me llegaba casi, casi, hasta la punta de la napia.
Evidentenmente lo arranqué con una pinza de depilar pues como adorno quedaba fatal aparte de que me afeaba bastante lo cual era engañante ya que yo soy muy guapo. Para que os hagáis una idea diré que soy una mezcla entre Yors Cluny y Budi Alen.
Tener que hacerme las cejas a mi edad no es cosa que me importe, a fin de cuentas ya me he tenido que arrancar algún pelo que asomaba por mi nariz, al igual que algún que otro que me salía por el orificio auditivo el cual es vulgarmente conocido como oreja.
Lo que más me jodió del pelito de los cojones (exprensión también vulgar ésta, pues como he dicho antes, el pelo lo tenía en las cejas) es que es una señal más de que estoy envejeciendo, y menos mal, menos mal que el susodicho pelo era negro y no blanco, lo cual podría agravar más la cosa.
La cosa tuvo su lado bueno también es cierto, pues una vez arrancado me dí cuenta que no tenía el cristal de las gafas rayado.
Pero sí, me he visto más viejo por culpa de un puto pelo, y ante ésto lo primero que vino a mi cabeza es como poder remediar o al menos retrasar mi envejecimiento natural, así que sin dudarlo un instante acudí a una farmacia y me compré unas pinzas de depilar, pero de las buenas.
También me ha tocado acudir al urólogo pues me han adelantado una cita que tenía para más adelante al encontrarme unos quistes en los riñones. Suerte que estoy con antidepresivos, pues en circunstancias normales con sólo decirme eso del miedo me hubiese cagado por los pantalones. Pero gracias al tratamiento que estoy tomando para la depresión acudí al urólogo sin ningún tipo me miedo y que fuese lo que Dios quisiese.
Eso sí, como lo cortés no quita lo valiente, debo decir que acudí sin miedo pero con el culo muy, pero que muy prieto, pues que no me libraría de un tacto rectal era algo que daba por hecho.
Y fíjate que mala suerte tuve que cuando entré en consulta en lugar de un urólogo estaba una uróloga, unos cuantos años menos que yo y muy guapa por cierto. Tanto es así que nada más verla aflojé el orificio culero y hasta pensé que sería morboso que me violase con su dedo.
Me explicó con pelos y señales el porqué de estos quistes, a los que restó importancia al mismo tiempo que me dijo que el 60% de la población también los tenía aunque no lo supiesen.
Ella me lo explicaba y mientras yo me imaginaba la escena: yo a cuatro patas y con el culo mirando para Cuenca y la tía metiéndome su dedo por el susodicho orificio. Y por primera vez en mi vida perdí el miedo a que me hiciesen un tacto rectal, es más, estaba incluso dispuesto a fingir un orgasmo.
Pero no, al contrario que las anteriores visitas había hecho al urólogo, de esta vez no me metieron el dedo por el orificio culero ni me palparon los huevos. ¡Vaya un chasco del carallo!, porque la doctora estaba muy buena.
Seguro que si llega a estar el urólogo anterior, un calvo, gordo y barbudo, me hubiese metido el dedo por el culo.
De todos modos está tarde cuando me eche la siesta, antes de dormir me vino a la cabaza el tema este del tacto rectal. Y he pensado mucho sobre esto. Pensé que pese a tanto avance en la medicina, en la tecnología. En tantos y tantos logrós mecánicos y tecnológicos a los que la humanidad llegó: el Challeguer ese que vuela alrededor de la tierra, los satélites, la telefonía móvil, Internet, el papel higiéncio y como estos un largo etc.... ¡Coño, si hasta hemos puesto el pie en la luna, lo cual no han hecho aún los marcianos!.
El caso es que pensaba en todo eso y me preguntaba a mí mismo ¿cómo es posible que hayamos avanzado tanto en algunos aspectos y en otros sigamos estancados?, porque eso de que te metan el dedo por el culo para examinarte la próstata debería estar más que anticuado.
¡Coño!, que hay rayos X, ecografías, resonancias magnéticas y otro tipo de artilugios no tan violentos como meterte por el culo un dedo.
Y me lo pregunté antes de dormirme y zas... cuando estaba a punto de llegar a una respuesta, voy y me quedo dormido... ¡manda huevos!, que diría Trillo.
Al despertarme de la siesta ya no recordé la respuesta a la pregunta que me había hecho... otro síntoma más de que estoy envejeciendo: la pérdida de memoria. Porque yo tenía mucha, pero que mucha memoria... y no recuerdo dónde cojones la he dejado.
Bueno, voy a dar por concluida esta entrada porque estoy escribiendo con el ordenador de la niña y ya me lo está pidiendo y además se está cabreando bastante por lo que estoy tardando en acabar.
Así que distinguidos lectores y queridísimas lectoras, por hoy me despido de vosotros y voy a hacerlo poniendo a esta entrada el punto y final que se merece.
Punto y final.
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