Con la vara que mides serás medido.
Ayer me he pasado un buen rato en la sección de libros de unos grandes almacenes buscando uno que al final no he encontrado. Pero la búsqueda no resultó del todo infructuosa ya que si no he hallado el que buscaba sí he topado con otro parecido y que trataba de cómo educar a un perro. Al final no lo he comprado, porque yo el que buscaba era el de cómo educar a un hijo.
Me he leído los apuntes y las instrucciones de cómo mi padre había hecho conmigo y pese a leerlos y releerlos he llegado a un punto en el que me he quedado estancado y por mucho que lo intento, de ahí no doy avanzado.
Es que ayer me he enterado de que mi hijo se está “fumando” las clases.
Pienso en lo que mi padre hubiese hecho conmigo y recuerdo la vez que me sorprendió haciendo lo mismo, cierta tarde en horario de clase, tranquilamente y tomando el sol a orillas de un río.
La conversación con mis amigos se interrumpió de pronto cuando uno de ellos me advirtió: “-¡tú padre, Manolo!-“, lo que yo malentendí, por lo que con “–el tuyo-“ respondí.
Y efectivamente, era el mío y aquel ¡¡plasss!! que en mi culo sonó era el de su cinturón.
Me levanté de un salto y teniendo la salida cerrada no encontré otro sitio por el que hacer mi escapada más que tirarme de cabeza y al agua, siendo las prisas por emprender la huída las causantes de que diese el planchazo de mi vida.
Estuve un rato con el agua hasta el cuello, consciente de que si algo me podía salvar es que mi padre no sabía nadar. Y no me decidí a salir de allí, hasta que lo ví en calzoncillos, amenazando y avanzando y ya metido hasta los tobillos.
Y es que cuanta diferencia hay entre la educación que llevamos y la que los padres de ahora damos.
Antes no se andaban con chiquitas y cuando había que impartir educación se impartía sin reparos, sirva como ejemplo una ocasión en la que me impartieron el mango de la escoba en la espalda, no creo que haga falta decir que el mango no tuvo ni arreglo ni reparo.
En cambio hoy los tratamos con demasiada mano blanda y los criamos entre algodones.
Y digo esto después de haber visto a dos padres discutir como garrulos porque sus hijos se habían peleado….
¡Un poquito de por favor, señores!, ¿es que no han escuchado nunca aquello de que los mejores amigos se hacen a hostias?…. Pues es cierto, coño, se lo digo yo que tengo un montón de amigos con los que me he pegado a diario mientras su padre y el mío se tomaban juntos los vinos.
Recuerdo una ocasión en la que tras una pelea llegue a casa con un ojo empavonado.
-¿Qué te ha pasado?- me pregunta mi padre cuando me ve.
-es que me he peleado-
Y sin quitar la vista de mi ojo me dice:
-supongo que te habrás vengado-
-Pues claro- le respondo –, es que si no me vengo me mata-.
Pero bueno, de esto que acabo de decir ya quejaba también mi padre cada vez que me abroncaba: -“tienes suerte de tener un padre tan blando, pues si hubieses tenido uno como el mío te habrías enterado”-.
Y solía contarme muchas veces a modo de ejemplo, como cuando siendo todavía un chaval se comió un cigarrillo encendido, tragándoselo enterito, desde la punta hasta el filtro, para evitar que su padre lo pillara fumando.
Ahora que me toca a mí pelear con los míos y capear los quebraderos que me dan, me acuerdo mucho de mi padre, de algunas bofetadas que me ha dado y de las muchas que mereciéndolas me ha perdonado.
También recuerdo muchos de sus consejos, ya que no todos se fueron como él pensaba a caer en saco roto, pues con el transcurso de los años he comprobado lo ciertos que eran algunos, mientras que otros me han caído en la cara como un escupitajo.
Y muchas veces me decía tanto él como mi madre: “Con la vara que mides serás medido”, así que no me queda otra más que decir : “¡joder, lo que tal me espera!”.
Me he leído los apuntes y las instrucciones de cómo mi padre había hecho conmigo y pese a leerlos y releerlos he llegado a un punto en el que me he quedado estancado y por mucho que lo intento, de ahí no doy avanzado.
Es que ayer me he enterado de que mi hijo se está “fumando” las clases.
Pienso en lo que mi padre hubiese hecho conmigo y recuerdo la vez que me sorprendió haciendo lo mismo, cierta tarde en horario de clase, tranquilamente y tomando el sol a orillas de un río.
La conversación con mis amigos se interrumpió de pronto cuando uno de ellos me advirtió: “-¡tú padre, Manolo!-“, lo que yo malentendí, por lo que con “–el tuyo-“ respondí.
Y efectivamente, era el mío y aquel ¡¡plasss!! que en mi culo sonó era el de su cinturón.
Me levanté de un salto y teniendo la salida cerrada no encontré otro sitio por el que hacer mi escapada más que tirarme de cabeza y al agua, siendo las prisas por emprender la huída las causantes de que diese el planchazo de mi vida.
Estuve un rato con el agua hasta el cuello, consciente de que si algo me podía salvar es que mi padre no sabía nadar. Y no me decidí a salir de allí, hasta que lo ví en calzoncillos, amenazando y avanzando y ya metido hasta los tobillos.
Y es que cuanta diferencia hay entre la educación que llevamos y la que los padres de ahora damos.
Antes no se andaban con chiquitas y cuando había que impartir educación se impartía sin reparos, sirva como ejemplo una ocasión en la que me impartieron el mango de la escoba en la espalda, no creo que haga falta decir que el mango no tuvo ni arreglo ni reparo.
En cambio hoy los tratamos con demasiada mano blanda y los criamos entre algodones.
Y digo esto después de haber visto a dos padres discutir como garrulos porque sus hijos se habían peleado….
¡Un poquito de por favor, señores!, ¿es que no han escuchado nunca aquello de que los mejores amigos se hacen a hostias?…. Pues es cierto, coño, se lo digo yo que tengo un montón de amigos con los que me he pegado a diario mientras su padre y el mío se tomaban juntos los vinos.
Recuerdo una ocasión en la que tras una pelea llegue a casa con un ojo empavonado.
-¿Qué te ha pasado?- me pregunta mi padre cuando me ve.
-es que me he peleado-
Y sin quitar la vista de mi ojo me dice:
-supongo que te habrás vengado-
-Pues claro- le respondo –, es que si no me vengo me mata-.
Pero bueno, de esto que acabo de decir ya quejaba también mi padre cada vez que me abroncaba: -“tienes suerte de tener un padre tan blando, pues si hubieses tenido uno como el mío te habrías enterado”-.
Y solía contarme muchas veces a modo de ejemplo, como cuando siendo todavía un chaval se comió un cigarrillo encendido, tragándoselo enterito, desde la punta hasta el filtro, para evitar que su padre lo pillara fumando.
Ahora que me toca a mí pelear con los míos y capear los quebraderos que me dan, me acuerdo mucho de mi padre, de algunas bofetadas que me ha dado y de las muchas que mereciéndolas me ha perdonado.
También recuerdo muchos de sus consejos, ya que no todos se fueron como él pensaba a caer en saco roto, pues con el transcurso de los años he comprobado lo ciertos que eran algunos, mientras que otros me han caído en la cara como un escupitajo.
Y muchas veces me decía tanto él como mi madre: “Con la vara que mides serás medido”, así que no me queda otra más que decir : “¡joder, lo que tal me espera!”.
7 han comentado:
Vale Manolo... Y al fian que pasó con tu hijo??
Por cierto, se atreve ahora mirar las tetas en tu presencia??
Pues de momento sólo una bronca, el martes me pasaré por junto su tutor y que me informe de cuantas faltas lleva, que la verdad me parece que no son tantas... a ver.
Pero bueno, es clavado a mi en todo, sólo hay que tener un poco de paciencia con él.... es muy buen chaval.
Jajaja...
Sabes Creo que nuestros padres se parecen un montón, ya que mi padre también era muy blando..., bueno, pero sabía nadar. Nunca me dió con el cinturón, ni con la mano abierta, ni creo que me diera nunca el par de hostias que merecía..., pero su blandura se vió contrarestada por la excesiva dureza de mi madre...
Por partir, me partió varias cucharas de madera en mi trasero, para cambiarse de`pués a las de PVC que no se rompían....
Como a todos pinchinho, como a todos...
No sé que es, pero algo tienen las mujeres que siempre parece malo, el que está con ellas.
No seas muy duro con tu hijo Manolo... lo justo para que recapacite... peor tampoco peques de blando... que si no se reirá de ti...
Ala... sin decirte nada te lo he dicho todo... jajajaj
Besos¡
Procuraré entonces reprenderlo con la regla en la mano, para no pasarme ni quedarme corto.
La verdad es que hoy he tenido unas palabras con él... y no sé ya si felicitarlo o si regañarlo, pues las clases a las que está faltando son de religión.
Así que si algo tengo seguro, es que este no se mete cura.
gracias por tu sabio consejo y ahi te va un beso.
muakkkk...
Felicítale... no dudes...
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