Las abejas okupas
Distinguidos lectores, queridísimas lectoras, querid@s amig@s, etc, etc, etc. Ayer tarde cuando llegue a casa me encontré con un hecho sorprendente que trataré de explicar con pelos, señales y abeja por abeja.
Nada más abrir la puerta mis hijos salieron a recibirme con cara de asustados y hablando los dos al mismo tiempo. Como no lograba entenderlos establecí un orden para que ambos me explicasen lo que ocurría, así que mirándolos muy seriamente me dirigí a ellos y les dije: "primero habla tú y después hablas tú". Y ni puto caso ya que nerviosos y asustados continuaron hablando los dos al mismo tiempo, por lo cual tuve que ponerme más serio todavía y repetirles otra vez que me hablasen primero uno y luego el otro.
Al final logre calmarlos y dejé que se explicase el mayor. Acojonado estaba el chaval ya que el cuarto de baño estaba repleto de abejas y el zumbido de un enjambre se escuchaba con perfecta claridad a través de la rendija de ventilación que era por donde entraban en el baño.
Luego dejé que se explicase la niña y tan acojonada como su hermano me dijo exactamente lo mismo. No cabía duda de que ambos me estaban contando la verdad ya que sus declaraciones coincidían, abeja más, abeja menos.
Decidido quise comprobar los hechos así que me dirigí al baño y nada más abrir la puerta del mismo ¡ME CAGO EN MI SANTA MADRE!... exclamé en alto al ver lo que estaba viendo. Ante mi exclamación mi pequeña se dirigió a mí y me dijo: "son abejas papá y no creo que la abuela tenga algo que ver con esto". Por supuesto cariño, le respondí, la abuela no tiene nada que ver con la presencia de estos bichos voladores en nuestro cuarto de baño, pero desde un tiempo a esta parte he decidido moderar mi lenguaje y si me cago en ella es por no cagarme en dios.
Sí señores, señoras y señoritas, nada más abrir la puerta del baño me encontré con el expectáculo de, abeja más, abeja menos, casi un centenar de ellas revoloteando por mí cuarto de baño, y otras que entraban a tropel por la rendija de ventilación. Puedo decir que el zumbido era estremecedor y casi ensordecedor, al cual llegaba a mis orejas amortiguado gracias al tapón de cera que acumulo en los oídos.
Hay que echarle huevos y acabar con ellas me dije a mi mismo y para mis adentros.
Me preparé a conciencia para la batalla que me aguardaba: la cabeza cubierta con una visera, con un trapo me cubrí la cara dejando sólo al descubierto un pequeño espacio para los ojos, gafas de bucear y todas las ranuras que quedaban entre mi ropa y mi cuerpo las cerré a cal y canto.
Suspiré, y al grito de "en mi casa no acampa ni Cristo" le eché huevos y matamoscas en mano me adentré en el cuarto de baño, encerrándome dentro yo sólo contra el ejército invasor de abejas voladoras.
Primero tapé la rejilla de ventilación para impedir la entrada de las abejas ocupas y luego comencé a repartir matamoscazos a diestro y siniestro. Ellas me atacaban mientras yo me defendía como gato panza arriba. Di algunos palos al aire, pero de tantas que eran cada vez que daba un matamoscazo caían varias.
Al poco tiempo el espectáculo era dantesco: el suelo casi cubierto de cadáveres de abejas mientras otras tantas seguían revoloteando y atacándome. Afortunadamente ninguna logró clavar su aguijón en mi bien recubierto cuerpo.
Pasadas más de una hora el suelo estaba totalmente cubierto de cadáveres y abejas mal heridas a las que sin piedad di muerte por ahogamiento al arrojarlas a la taza del inodoro.
Cuando ya no revoloteaba ninguna realicé una minuciosa inspección de reconocimiento tras la cual me topé con la última que quedaba con vida. Allí, en el cesto de la ropa sucia reposaba tranquilamente sobre mis calzoncillos usados me topé frente a frente con ella.
¡ZAS!, hostiazo al canto y toma hija de puta. Un cadáver más y una abeja menos.
No señores, señoras y señoritas, como he dicho unos párrafos más arriba en mi casa no acampa ni Cristo por mucho movimiento que reivindiquen, y eso de ocupármela por el morro todavía menos, que me he pasado 15 años haciendo horas extras para poder hacer frente a la hipoteca por lo que no voy a dejar que unos bichos voladores vengan de okupas a mi casa y por la puta cara. No señor, para conseguirlo tendrán que pasar por encima de mi cadáver como yo he pasado por encima del de un ciento de invasores.
Por cierto, para mis hijos ayer y hoy pasé a convertirme en un héroe. La pena que me queda es que mi señora no estuviese presente durante la batalla ya que podría ser también un héroe para ella y ¿quién sabe?, a lo mejor por eso podría echarle un polvo.
Lástima de oportunidad perdida.
Nada más abrir la puerta mis hijos salieron a recibirme con cara de asustados y hablando los dos al mismo tiempo. Como no lograba entenderlos establecí un orden para que ambos me explicasen lo que ocurría, así que mirándolos muy seriamente me dirigí a ellos y les dije: "primero habla tú y después hablas tú". Y ni puto caso ya que nerviosos y asustados continuaron hablando los dos al mismo tiempo, por lo cual tuve que ponerme más serio todavía y repetirles otra vez que me hablasen primero uno y luego el otro.
Al final logre calmarlos y dejé que se explicase el mayor. Acojonado estaba el chaval ya que el cuarto de baño estaba repleto de abejas y el zumbido de un enjambre se escuchaba con perfecta claridad a través de la rendija de ventilación que era por donde entraban en el baño.
Luego dejé que se explicase la niña y tan acojonada como su hermano me dijo exactamente lo mismo. No cabía duda de que ambos me estaban contando la verdad ya que sus declaraciones coincidían, abeja más, abeja menos.
Decidido quise comprobar los hechos así que me dirigí al baño y nada más abrir la puerta del mismo ¡ME CAGO EN MI SANTA MADRE!... exclamé en alto al ver lo que estaba viendo. Ante mi exclamación mi pequeña se dirigió a mí y me dijo: "son abejas papá y no creo que la abuela tenga algo que ver con esto". Por supuesto cariño, le respondí, la abuela no tiene nada que ver con la presencia de estos bichos voladores en nuestro cuarto de baño, pero desde un tiempo a esta parte he decidido moderar mi lenguaje y si me cago en ella es por no cagarme en dios.
Sí señores, señoras y señoritas, nada más abrir la puerta del baño me encontré con el expectáculo de, abeja más, abeja menos, casi un centenar de ellas revoloteando por mí cuarto de baño, y otras que entraban a tropel por la rendija de ventilación. Puedo decir que el zumbido era estremecedor y casi ensordecedor, al cual llegaba a mis orejas amortiguado gracias al tapón de cera que acumulo en los oídos.
Hay que echarle huevos y acabar con ellas me dije a mi mismo y para mis adentros.
Me preparé a conciencia para la batalla que me aguardaba: la cabeza cubierta con una visera, con un trapo me cubrí la cara dejando sólo al descubierto un pequeño espacio para los ojos, gafas de bucear y todas las ranuras que quedaban entre mi ropa y mi cuerpo las cerré a cal y canto.
Suspiré, y al grito de "en mi casa no acampa ni Cristo" le eché huevos y matamoscas en mano me adentré en el cuarto de baño, encerrándome dentro yo sólo contra el ejército invasor de abejas voladoras.
Primero tapé la rejilla de ventilación para impedir la entrada de las abejas ocupas y luego comencé a repartir matamoscazos a diestro y siniestro. Ellas me atacaban mientras yo me defendía como gato panza arriba. Di algunos palos al aire, pero de tantas que eran cada vez que daba un matamoscazo caían varias.
Al poco tiempo el espectáculo era dantesco: el suelo casi cubierto de cadáveres de abejas mientras otras tantas seguían revoloteando y atacándome. Afortunadamente ninguna logró clavar su aguijón en mi bien recubierto cuerpo.
Pasadas más de una hora el suelo estaba totalmente cubierto de cadáveres y abejas mal heridas a las que sin piedad di muerte por ahogamiento al arrojarlas a la taza del inodoro.
Cuando ya no revoloteaba ninguna realicé una minuciosa inspección de reconocimiento tras la cual me topé con la última que quedaba con vida. Allí, en el cesto de la ropa sucia reposaba tranquilamente sobre mis calzoncillos usados me topé frente a frente con ella.
¡ZAS!, hostiazo al canto y toma hija de puta. Un cadáver más y una abeja menos.
No señores, señoras y señoritas, como he dicho unos párrafos más arriba en mi casa no acampa ni Cristo por mucho movimiento que reivindiquen, y eso de ocupármela por el morro todavía menos, que me he pasado 15 años haciendo horas extras para poder hacer frente a la hipoteca por lo que no voy a dejar que unos bichos voladores vengan de okupas a mi casa y por la puta cara. No señor, para conseguirlo tendrán que pasar por encima de mi cadáver como yo he pasado por encima del de un ciento de invasores.
Por cierto, para mis hijos ayer y hoy pasé a convertirme en un héroe. La pena que me queda es que mi señora no estuviese presente durante la batalla ya que podría ser también un héroe para ella y ¿quién sabe?, a lo mejor por eso podría echarle un polvo.
Lástima de oportunidad perdida.
3 han comentado:
Ten cuidado amigo, están revolucionadas y las apoya el Don, Alfredo, así que el domingo igual te vuelven a entrar en el baño y en vez de un matamoscas necesitas dos.
Un abrazo genio.
Como se entere la protectora....
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