Brasil, ¡oh, la, la! (primera parte)
Fue uno de los casos más peligrosos que tuve a lo largo y ancho de mi carrera policial, no sólo por la peligrosidad del delincuente, si no porque tendría que arrestarlo en un territorio extranjero y sin contar con el apoyo de la policía del país.
Se trataba de Claudio Martinez, alias “Martínez”, un sujeto muy peligroso que se dedicaba al tráfico de armas a gran escala y que había viajado a Brasil para cerrar la compra de un sofisticado armamento para un grupo terrorista ruso.
Pese a que “Martinez” era ciudadano español, el asunto que se traía entre manos nada tenía que ver con España, como para que tuviésemos que intervenir en territorio extranjero, pero Garzón echaba de menos una portada y de ahí mi viaje.
El Comisario me puso sobre la mesa un billete de avión de ida y vuelta, una foto del hombre al que tenía que arrestar, una tarjeta de crédito y la de un hotel en la que me habían hecho una reserva con un nombre falso y en el que recibirías más información a mi llegada.
Tenía tres días con sus dos noches para llevar a cabo mi misión, de lo contrario quedaría sin vuelo, sin hotel y sin saldo en la tarjeta, abandonado a mi suerte en… miré los billetes de avión y… Río de Janeiro, ¡oh,la,la!.
No había estado nunca en Brasil, pero la preocupación que desde siempre había tenido por ser una persona con un mínimo de cultura hacían que conociese muchas cosas tanto de ese país como de cualquier otro.
Su historia, sus costumbres, su cultura y su actualidad. Pelé, Maracaná, Ronaldinho, Copacabana y... ¡¡garotas!!. Sabía todo lo que tenía que saber para desenvolverme por Río como un rieño?…como un riero?… como un garoto cualquiera.
-¿Cuándo parto?- pregunté al comisario que mirando su reloj me dijo que en dos horas.
Arranqué una hoja de mi agenda y escribí una nota para mi esposa.
“Cariño, por razones de trabajo estaré unos días en Brasil y a gastos pagos, chínchate. Échale de comer al canario. Un beso. Vicentito”.
Hice una pelotita con la nota y se la di al comisario –déle esto a mi esposa-.
El comisario me acompañó hasta la puerta de su despacho y antes de atravesarla me dio una última recomendación:
-discreción Vicente, discreción-…
Embarqué en el vuelo 54.887. Cuando me indicaron que viajaría en clase turista, no pude más que maldecir por lo bajo al delincuente que había metido mano a los fondos reservados, el culpable de que ahora la partida para gastos fuese mucho más restringida que antes.
¡Ahh!... que tiempos aquellos en los que los policías viajábamos en primera, comíamos en restaurantes de cinco tenedores y consumíamos gratis en los más prestigiosos burdeles.
Al poco de despegar me acomodé bien en el asiento y eché una siesta hasta que nos avisaron para abrocharnos los cinturones que tomábamos tierra en Río… sí, bueno, quizás me pasase un poquito con la siestecita.
Nada más poner el pié en tierra, mi instinto de sabueso se puso en funcionamiento y enseguida adiviné un contratiempo con el que yo no contaba, demasiada calor para andar de gabardina.
Pensé que lo mejor sería instalarme cuanto antes así que paré un taxi le mostré la tarjeta del hotel y nos pusimos en camino.
Pero detrás nuestra otro coche arrancó y se puso en marcha... Alguien me estaba esperando en el aeropuerto.
Continuará… (un día de estos)
Se trataba de Claudio Martinez, alias “Martínez”, un sujeto muy peligroso que se dedicaba al tráfico de armas a gran escala y que había viajado a Brasil para cerrar la compra de un sofisticado armamento para un grupo terrorista ruso.
Pese a que “Martinez” era ciudadano español, el asunto que se traía entre manos nada tenía que ver con España, como para que tuviésemos que intervenir en territorio extranjero, pero Garzón echaba de menos una portada y de ahí mi viaje.
El Comisario me puso sobre la mesa un billete de avión de ida y vuelta, una foto del hombre al que tenía que arrestar, una tarjeta de crédito y la de un hotel en la que me habían hecho una reserva con un nombre falso y en el que recibirías más información a mi llegada.
Tenía tres días con sus dos noches para llevar a cabo mi misión, de lo contrario quedaría sin vuelo, sin hotel y sin saldo en la tarjeta, abandonado a mi suerte en… miré los billetes de avión y… Río de Janeiro, ¡oh,la,la!.
No había estado nunca en Brasil, pero la preocupación que desde siempre había tenido por ser una persona con un mínimo de cultura hacían que conociese muchas cosas tanto de ese país como de cualquier otro.
Su historia, sus costumbres, su cultura y su actualidad. Pelé, Maracaná, Ronaldinho, Copacabana y... ¡¡garotas!!. Sabía todo lo que tenía que saber para desenvolverme por Río como un rieño?…como un riero?… como un garoto cualquiera.
-¿Cuándo parto?- pregunté al comisario que mirando su reloj me dijo que en dos horas.
Arranqué una hoja de mi agenda y escribí una nota para mi esposa.
“Cariño, por razones de trabajo estaré unos días en Brasil y a gastos pagos, chínchate. Échale de comer al canario. Un beso. Vicentito”.
Hice una pelotita con la nota y se la di al comisario –déle esto a mi esposa-.
El comisario me acompañó hasta la puerta de su despacho y antes de atravesarla me dio una última recomendación:
-discreción Vicente, discreción-…
Embarqué en el vuelo 54.887. Cuando me indicaron que viajaría en clase turista, no pude más que maldecir por lo bajo al delincuente que había metido mano a los fondos reservados, el culpable de que ahora la partida para gastos fuese mucho más restringida que antes.
¡Ahh!... que tiempos aquellos en los que los policías viajábamos en primera, comíamos en restaurantes de cinco tenedores y consumíamos gratis en los más prestigiosos burdeles.
Al poco de despegar me acomodé bien en el asiento y eché una siesta hasta que nos avisaron para abrocharnos los cinturones que tomábamos tierra en Río… sí, bueno, quizás me pasase un poquito con la siestecita.
Nada más poner el pié en tierra, mi instinto de sabueso se puso en funcionamiento y enseguida adiviné un contratiempo con el que yo no contaba, demasiada calor para andar de gabardina.
Pensé que lo mejor sería instalarme cuanto antes así que paré un taxi le mostré la tarjeta del hotel y nos pusimos en camino.
Pero detrás nuestra otro coche arrancó y se puso en marcha... Alguien me estaba esperando en el aeropuerto.
Continuará… (un día de estos)
5 han comentado:
Ya me estoy frotando las manos porque este viaje tiene que ser de alucine, así que no te demores Manue.
Una preguntita. ¿imagino que salran mulatas jaquetonas no?.
Enga, animo, animo.
Muaaaaahahahahahahaha, como me gustan estas cosas de polis y cacos, muahahahahahaha.
Gracias por pasate por mi blog. Besotes varios.
Jo, mi Teniente, esto si que es un corte y no el interruptus...
este es un viaje muy extraño...no será una excusa para hacerse la cirugía? je,je
Un bico
Esto pinta muy interesante.
A ver qué nos cuenta el teniente.
Buen día y besos
Barrunto que me va a gustar la historia...el inicio promete, detective casposo en tierra de mulatas..jurljurl¡¡
Me ire pasando a ver como acaba, un saludo y buen descubrimiento el que he hecho
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