Ojo con los cuernos (II) parte
Distinguidos lectores, queridísimas lectoras, querid@s amig@s, etc. etc. y etc. Espero y deseo que después de la entrada anterior en la que hablo de cuernos y cornamentas, ésta no os haya hecho desconfiar de la fidelidad de vuestra pareja. Nada más lejos de mi intención que lleguéis a este extremo, pues podéis meter la pata como en cierta ocasión la he metido yo con la mía... y al decir la mía me refiero a mi esposa no a mi pata, ya que mi esposa es muy libre de hacer lo que le de la gana a excepción de adornarme la cabeza, lo mismo que yo soy libre de meter la pata donde me sale de los huevos, y para que conste en acta he de decir que la he metido cienes y cienes de veces.
Con respecto a esto de los cuernos la he metido en una ocasión con mi señora, y dicho hecho lo relataré a continuación con pelos, señales y gemidos.
Ocurrió un viernes de madrugada en el que yo estaba viendo la tele en el salón y mi esposa en la cama. De pronto unos gritos y gemidos extraños llamaron mi atención, me levanté del sofá y bajé el volumen de la televisión. Al bajar el volumen estos dejaron de ser extraños y fueron más o menos tal como a continuación los describo, era la voz de una mujer que jadeando y gritando decía lo que digo: "¡ahhhh!, ¡ahhhh!, sigueeee... no pares, sigueeee... ¡aaaahhhhhhhhhh!".
Escuchado esto con mis propias orejas y desconfiando que estos gestos de placer procediesen de mi dormitorio, me dirigí corriendo hacia él pensando al mismo tiempo en que un hijo de puta se estaba tirando a mi mujer. Y respiré aliviado cuando al llegar al cuarto la encontré durmiendo plácidamente, por lo cual me acerqué sigiloso y silencioso a ella para no despertarla y le di un beso en la frente por ser tan decente.
Por eso os digo que cuernos los puede tener cualquiera, ahora bien, hay que actuar con prudencia antes de poner en duda la decencia de vuestras parejas. Porque tal y como he relatado mi caso, si mi esposa se hubiese despertado con mi rápida irrupción en la habitación, el cristo que se hubiese montado podría ser de órdago a la gorda, pues nadie mejor que yo, al menos que yo sepa, sabe como reacciona mi esposa si la despiertan bruscamente.
Así pues, si alguna noche escucháis gemir a una mujer, desconfiad de cualquier vecina y no de vuestra esposa, a no ser que se cumpla la condición de que sois vosotros quienes estáis sobre, debajo o al lado de ella. Y pongo simplemente estas tres condiciones o posturas ya que si tuviese ganas de escribir podría describir medio ciento de posturas que vienen en el Kamasutra.
Y no es porque las haya experimentado todas, algunas de ellas sí y otras las he intentado, quedando la cosa en eso: un simple intento. Y cuando el intento no sale como uno quiere, no queda más remedio que recurrir a la del "misionero". Y de esto sé un huevo por llevar cerca de 23 años casado contra la misma.
Recuerdo que una vez lo intenté sobre una silla de madera, la cual con el ajetreo del mete saca y viceversa, se desmontó como un castillo de naipes y casi me entra sin quererlo una pata de la misma por la oreja.
También lo he intentado sobre la lavadora y con poco éxito por cierto, pues aparte de que no fui capaz de aguantar hasta el centrifugado que es cuando más se mueve, por tener ésta en un pequeño cuarto que hace de lavadero, acabé con un moratón de tres pares de cojones en el muslo de una pierna... eso sí, el polvo lo echamos como mandan los cánones. La pena fue no llegar al centrifugado porque tal como se menea dicho electrodoméstico en ese momento, lo que fue un polvo pudo ser un polvazo.
En el coche lo hicimos de solteros cienes y cienes de veces. Por aquel entonces tenía un Ford Fiesta y puedo asegurar y aseguro, que es tan difícil de hacer en ese utilitario como en un Simca 1.000, como cantaba cierto grupo del que ahora no recuerdo el nombre.
Pero sí, cuando no era el freno de mano que me prisionaba sobre un lateral de mi serrano cuerpo, era la palanca de cambio, y cuando no y esto era lo peor, se desarmaba el cenicero y toda la ceniza y colillas que en él había depositadas caían sobre mi trasero. Esto me ocurrió muchas veces hasta que un día sentí algo extraño en mi orificio culero, me bajé los pantalones y los calzones y en dicho orificio encontré la boquilla de un Ducados.
Aquella colilla encontrada en tan intimo lugar me hizo recapacitar, por lo cual opté que en lo sucesivo y para follar mejor era ir a un hotel aunque tuviese que pagar. Y puedo jurar y lo juro, que desde que comencé a frecuentar hostales y hoteles, jamás de los jamases volví a encontrar una colilla en el culo.
Lo dicho señores, señoras y señoritas, para follar es mejor la propia casa o en su defecto un hostal u hotel, y en caso de que vuestra pareja os adorne la cabeza con una cornamenta, mejor no saberlo o bien estar completamente seguro antes de acusarla de tan indecente acto.
De todos modos y como dice un provervio chino: "chi chu chocho chocha chon pilila notuya, piticlín piticlín tolón tolón", que en castellano viene a decir "si tu señora se lo monta con otro, serás el último en saberlo".
Espero que esta entrada os sirva de lección y que no caigáis en la tentación de desconfiar de vuestra pareja hasta que la pilléis in fraganti y ella diga la consabida frase de: "cariño, esto no es lo que parece"... Eso sí, en cuanto os diga esto podéis consideraros unos cornud@s en toda regla.
Ahora bien, ser cornudo tampoco es una tragedia, de hecho la Santa Biblia hace mención a este tema en una carta que San Pedro escribió a los Corintios, en la cual decía: "Bienaventurados sean los cornud@s porque ell@s pastarán en las praderas celestiales". Amén.
Con respecto a esto de los cuernos la he metido en una ocasión con mi señora, y dicho hecho lo relataré a continuación con pelos, señales y gemidos.
Ocurrió un viernes de madrugada en el que yo estaba viendo la tele en el salón y mi esposa en la cama. De pronto unos gritos y gemidos extraños llamaron mi atención, me levanté del sofá y bajé el volumen de la televisión. Al bajar el volumen estos dejaron de ser extraños y fueron más o menos tal como a continuación los describo, era la voz de una mujer que jadeando y gritando decía lo que digo: "¡ahhhh!, ¡ahhhh!, sigueeee... no pares, sigueeee... ¡aaaahhhhhhhhhh!".
Escuchado esto con mis propias orejas y desconfiando que estos gestos de placer procediesen de mi dormitorio, me dirigí corriendo hacia él pensando al mismo tiempo en que un hijo de puta se estaba tirando a mi mujer. Y respiré aliviado cuando al llegar al cuarto la encontré durmiendo plácidamente, por lo cual me acerqué sigiloso y silencioso a ella para no despertarla y le di un beso en la frente por ser tan decente.
Por eso os digo que cuernos los puede tener cualquiera, ahora bien, hay que actuar con prudencia antes de poner en duda la decencia de vuestras parejas. Porque tal y como he relatado mi caso, si mi esposa se hubiese despertado con mi rápida irrupción en la habitación, el cristo que se hubiese montado podría ser de órdago a la gorda, pues nadie mejor que yo, al menos que yo sepa, sabe como reacciona mi esposa si la despiertan bruscamente.
Así pues, si alguna noche escucháis gemir a una mujer, desconfiad de cualquier vecina y no de vuestra esposa, a no ser que se cumpla la condición de que sois vosotros quienes estáis sobre, debajo o al lado de ella. Y pongo simplemente estas tres condiciones o posturas ya que si tuviese ganas de escribir podría describir medio ciento de posturas que vienen en el Kamasutra.
Y no es porque las haya experimentado todas, algunas de ellas sí y otras las he intentado, quedando la cosa en eso: un simple intento. Y cuando el intento no sale como uno quiere, no queda más remedio que recurrir a la del "misionero". Y de esto sé un huevo por llevar cerca de 23 años casado contra la misma.
Recuerdo que una vez lo intenté sobre una silla de madera, la cual con el ajetreo del mete saca y viceversa, se desmontó como un castillo de naipes y casi me entra sin quererlo una pata de la misma por la oreja.
También lo he intentado sobre la lavadora y con poco éxito por cierto, pues aparte de que no fui capaz de aguantar hasta el centrifugado que es cuando más se mueve, por tener ésta en un pequeño cuarto que hace de lavadero, acabé con un moratón de tres pares de cojones en el muslo de una pierna... eso sí, el polvo lo echamos como mandan los cánones. La pena fue no llegar al centrifugado porque tal como se menea dicho electrodoméstico en ese momento, lo que fue un polvo pudo ser un polvazo.
En el coche lo hicimos de solteros cienes y cienes de veces. Por aquel entonces tenía un Ford Fiesta y puedo asegurar y aseguro, que es tan difícil de hacer en ese utilitario como en un Simca 1.000, como cantaba cierto grupo del que ahora no recuerdo el nombre.
Pero sí, cuando no era el freno de mano que me prisionaba sobre un lateral de mi serrano cuerpo, era la palanca de cambio, y cuando no y esto era lo peor, se desarmaba el cenicero y toda la ceniza y colillas que en él había depositadas caían sobre mi trasero. Esto me ocurrió muchas veces hasta que un día sentí algo extraño en mi orificio culero, me bajé los pantalones y los calzones y en dicho orificio encontré la boquilla de un Ducados.
Aquella colilla encontrada en tan intimo lugar me hizo recapacitar, por lo cual opté que en lo sucesivo y para follar mejor era ir a un hotel aunque tuviese que pagar. Y puedo jurar y lo juro, que desde que comencé a frecuentar hostales y hoteles, jamás de los jamases volví a encontrar una colilla en el culo.
Lo dicho señores, señoras y señoritas, para follar es mejor la propia casa o en su defecto un hostal u hotel, y en caso de que vuestra pareja os adorne la cabeza con una cornamenta, mejor no saberlo o bien estar completamente seguro antes de acusarla de tan indecente acto.
De todos modos y como dice un provervio chino: "chi chu chocho chocha chon pilila notuya, piticlín piticlín tolón tolón", que en castellano viene a decir "si tu señora se lo monta con otro, serás el último en saberlo".
Espero que esta entrada os sirva de lección y que no caigáis en la tentación de desconfiar de vuestra pareja hasta que la pilléis in fraganti y ella diga la consabida frase de: "cariño, esto no es lo que parece"... Eso sí, en cuanto os diga esto podéis consideraros unos cornud@s en toda regla.
Ahora bien, ser cornudo tampoco es una tragedia, de hecho la Santa Biblia hace mención a este tema en una carta que San Pedro escribió a los Corintios, en la cual decía: "Bienaventurados sean los cornud@s porque ell@s pastarán en las praderas celestiales". Amén.
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