Infidelidades
Tengo un grifo estropeado en casa y para evitar males mayores me he visto en la necesidad de estropear la ducha, el desagüe de la lavadora y el bote sifónico, basando la explicación de este comportamiento mío en la homilía de hoy, la cual empieza a partir de ya.
YA
Infidelidades matrimoniales las ha habido siempre y siempre las habrá. Uno de los engaños más conocidos a lo largo y ancho de la historia de la humanidad, fue el que la Virgen endosó a su marido, San José, al que le dio un hijo que a juzgar por las fotografías de la época ni siquiera se le parecía físicamente.
San José encajó la cornamenta con mucha elegancia pese a ser ésta de dominio público, tanto es así que en el libro de registro donde está inscrito Jesús, aparece a su lado y con letra bien legible la siguiente inscripción: nombre, Jesús, hijo de María y de José (PP).
No señores, no se me confundan, José no era seguidor de Rajoy. Las letras PP que aparecen al lado del nombre del padre significan Padre Putativo… de ahí viene que ahora a los Josés se les llame Pepes.
Así fue como San José se ganó el título de santo, un privilegiado, pues tengo un vecino al que su mujer se la pegó con otro ganándose con ello el título de cornudo. Y es que hasta para esto hay clases.
Pero tal como digo al comienzo de esta homilía, infidelidades las ha habido siempre y siempre las habrá, eso sí, el San Benito de adúlteros la tenemos encima nosotros los hombres, pero eso es debido a que los puticlubs se anuncian con luces rojas, lo que los hace destacar mucho.
Porque, ¿qué diferencia hay cuando engaña el hombre y cuando lo hace la mujer…?
Nosotros, mejor dicho, vosotros cuando engañáis a vuestras mujeres soléis hacerlo fuera de casa, mientras que vosotras lo hacéis en la propia casa y en la propia cama.
Y así pasa lo que le pasó a mi vecino, que cuando regresó a casa después de estar una semana trabajando fuera, llegó con unas ganas inaguantables de acostarse con su mujer, por lo que en la primera noche a su regreso le echó un par de polvos de campeonato.
La cama crujía con las embestidas, pero el estaba tan metido en faena que ni se enteraba… y si se enteraba mucho no le importaba, ya que seguía con el “ñaca-ñaca” ajeno al escándalo que montaba.
Y tal fue éste que el vecino de abajo tuvo que subir a llamarle la atención:
“pare un poco vecino, que lleva usted una semanita que no nos deja pegar ojo”.
Ni que decir tiene que mi amigo se separó de la mujer, aunque esto hoy ya no se estila.
En un matrimonio de los de hoy, de los que se dicen modernos, si el marido llega a casa y encuentra a su mujer con otro en la cama, calla y no dice nada… al contrario, coge la plancha y le da un repaso a las camisas.
Pero volviendo a las infidelidades femeninas, ¿qué pasa con la fama del fontanero?, o es que me van a decir a mi que es una leyenda urbana… ¡Venga ya!.
¿Quién no ha escuchado alguna vez la historia de un fontanero desatascador?... pues cuando el río suena, agua lleva… y los fontaneros de aguas saben mucho.
Por eso yo cada vez que un grifo necesita que un profesional le eche una mano, antes de que venga a mi casa a repararlo procuro cargarme la ducha, el fregadero y atascar el bote sifónico… sí, ya sé que el arreglo me sale más caro, pero la tranquilidad que le da a uno saber que estará ocupado.
Infidelidades matrimoniales las ha habido siempre y siempre las habrá. Uno de los engaños más conocidos a lo largo y ancho de la historia de la humanidad, fue el que la Virgen endosó a su marido, San José, al que le dio un hijo que a juzgar por las fotografías de la época ni siquiera se le parecía físicamente.
San José encajó la cornamenta con mucha elegancia pese a ser ésta de dominio público, tanto es así que en el libro de registro donde está inscrito Jesús, aparece a su lado y con letra bien legible la siguiente inscripción: nombre, Jesús, hijo de María y de José (PP).
No señores, no se me confundan, José no era seguidor de Rajoy. Las letras PP que aparecen al lado del nombre del padre significan Padre Putativo… de ahí viene que ahora a los Josés se les llame Pepes.
Así fue como San José se ganó el título de santo, un privilegiado, pues tengo un vecino al que su mujer se la pegó con otro ganándose con ello el título de cornudo. Y es que hasta para esto hay clases.
Pero tal como digo al comienzo de esta homilía, infidelidades las ha habido siempre y siempre las habrá, eso sí, el San Benito de adúlteros la tenemos encima nosotros los hombres, pero eso es debido a que los puticlubs se anuncian con luces rojas, lo que los hace destacar mucho.
Porque, ¿qué diferencia hay cuando engaña el hombre y cuando lo hace la mujer…?
Nosotros, mejor dicho, vosotros cuando engañáis a vuestras mujeres soléis hacerlo fuera de casa, mientras que vosotras lo hacéis en la propia casa y en la propia cama.
Y así pasa lo que le pasó a mi vecino, que cuando regresó a casa después de estar una semana trabajando fuera, llegó con unas ganas inaguantables de acostarse con su mujer, por lo que en la primera noche a su regreso le echó un par de polvos de campeonato.
La cama crujía con las embestidas, pero el estaba tan metido en faena que ni se enteraba… y si se enteraba mucho no le importaba, ya que seguía con el “ñaca-ñaca” ajeno al escándalo que montaba.
Y tal fue éste que el vecino de abajo tuvo que subir a llamarle la atención:
“pare un poco vecino, que lleva usted una semanita que no nos deja pegar ojo”.
Ni que decir tiene que mi amigo se separó de la mujer, aunque esto hoy ya no se estila.
En un matrimonio de los de hoy, de los que se dicen modernos, si el marido llega a casa y encuentra a su mujer con otro en la cama, calla y no dice nada… al contrario, coge la plancha y le da un repaso a las camisas.
Pero volviendo a las infidelidades femeninas, ¿qué pasa con la fama del fontanero?, o es que me van a decir a mi que es una leyenda urbana… ¡Venga ya!.
¿Quién no ha escuchado alguna vez la historia de un fontanero desatascador?... pues cuando el río suena, agua lleva… y los fontaneros de aguas saben mucho.
Por eso yo cada vez que un grifo necesita que un profesional le eche una mano, antes de que venga a mi casa a repararlo procuro cargarme la ducha, el fregadero y atascar el bote sifónico… sí, ya sé que el arreglo me sale más caro, pero la tranquilidad que le da a uno saber que estará ocupado.
Probablemente esto que he escrito os hará pensar mucho, sobre todo cuando un grifo os pierda agua, por eso aprovecho para recomendaros que llevéis a cabo un buen mantenimiento de la instalación… y por si esta fallara, ¡nada de aspirinas en casa!, que le duela la cabeza cuando esté con el fontanero.
_____________________
Nota del autor, es decir, nota mía:
la foto que acompaña esta homilía no es del menda... sinceramente, no me veo con los cojones depilados.
0 han comentado:
Publicar un comentario