Consejos para padres
Es normal que los padres que tenemos hijos nos preguntemos en muchas ocasiones si los estamos educando bien.
Los padres debemos tener en cuenta que un hijo no es como un perro al que simplemente se le enseña que la pis y la caca no se hacen en la alfombra del comedor, que acuda cuando lo llama, o que incluso le lleve las zapatillas...¡No!.
Un hijo medianamente bien educado sube la tapa del wc para mear y acude raudo a la llamada de su padre. ¡Ah!, pero es que si lo educa bien, aparte de esto, le calza las zapatillas. ¡Sí!.
Tampoco se trata de ser tan exigente a la hora de educarlos, aunque quizás a otra hora sí, pero eso ya depende de cada uno.
Los padres tenemos la obligación de enseñar a los hijos para que sepan ir por la vida respetando al prójimo y a la prójima, proporcionarles una educación académica y una educación vial, que suele ir acompañada del pago del carné de conducir y en muchos casos también el coche. Cada una de estas premisas lleva consigo muchas dosis de paciencia, tacto, diálogo y talante. Y en algunos también alguna que otra dosis de tranquilizante.
Esta es una difícil labor durante la cual muchas veces uno se preguntará si no hubiese sido más práctico enseñarles simplemente a que le llevase y le calzase las zapatillas. Y muchas otras veces se lamentará por no haber comprado un perro en lugar de tener un hijo. Una cosa que si está clara es la diferencia en cuanto a métodos que empleamos los padres de hoy con respecto a los que emplearon nuestros padres con sus hijos, es decir, con nosotros.
Muchos padres que tenemos hijos, hemos sido educados por sus abuelos con la máxima de “la letra con sangre entra”, aunque en mi caso no fuese así, pues conmigo utilizaron mucho el tacto... ¡uffff!, me arreaban cada una... pese a esto tengo que decir a favor de mis padres que jamás me pusieron la mano encima, a mi me daban con la zapatilla, eso sí, teniendo una extremada precaución en no hacerme sangre.
Hay un detalle que quiero destacar y con ello dar una llamada de atención a las mujeres que son madres, y es que muchas cuando regañan a sus hijos suelen amenazarlos con el típico: “ya se lo diré a tu padre cuando llegue a casa”.
Pero señora... no le parece un feo detalle ese de dejar quedar a su marido por un ogro malo que se merienda a los niños..., ¿y si su marido llega borracho a casa esa noche?...
Le voy a ser sincero y perdone la dureza de mis palabras, pero usted al deponer la educación de sus hijos en manos de un ogro que se come a los niños y que además es un borracho, se está comportando con tal grado de irresponsabilidad que no se merece que el perro le lleve las zapatillas y mucho menos que su hijo se las calce.
Otro punto a destacar es el de la igualdad de criterios, es decir y por poner un ejemplo, que su hijo les pide permiso para ir esa noche a la discoteca, uno dice que sí y el otro dice que no... ¡Por favor!, que así no vamos a ninguna parte... y menos a la discoteca.
Lo que tienen que hacer los padres, mejor dicho, el padre y la madre, es hablarlo y consensuarlo, insistiendo mucho sobre todo esto último porque está de moda...
¡Ah!, que a su marido ha vuelto a emborracharse... entonces señora, su problema no es la educación de su hijo… su problema es su marido. Siendo así, hágame caso y cámbielo por un perro, al menos el perro servirá para llevarle las zapatillas.
Ahora bien, si usted que me lee no tiene ni marido ni hijos, no debería perder el tiempo con lecciones de como educar a los hijos que no tiene, usted lo que necesita señorita, es un perro que le lleve las zapatillas y un marido que la calce.
Eso sí, si algún día tiene la desgracia de encontrar marido, pregúntele antes si le gustan los niños y en caso de que le responda afirmativamente, ándese con cuidado, no vaya a ser de que aparte de ser un ogro que cualquier día se merienda a sus niños, sea también un borracho, y ya sabe que el alcohol puede producir impotencia y siendo así, será muy difícil que se la calce.
Los padres debemos tener en cuenta que un hijo no es como un perro al que simplemente se le enseña que la pis y la caca no se hacen en la alfombra del comedor, que acuda cuando lo llama, o que incluso le lleve las zapatillas...¡No!.
Un hijo medianamente bien educado sube la tapa del wc para mear y acude raudo a la llamada de su padre. ¡Ah!, pero es que si lo educa bien, aparte de esto, le calza las zapatillas. ¡Sí!.
Tampoco se trata de ser tan exigente a la hora de educarlos, aunque quizás a otra hora sí, pero eso ya depende de cada uno.
Los padres tenemos la obligación de enseñar a los hijos para que sepan ir por la vida respetando al prójimo y a la prójima, proporcionarles una educación académica y una educación vial, que suele ir acompañada del pago del carné de conducir y en muchos casos también el coche. Cada una de estas premisas lleva consigo muchas dosis de paciencia, tacto, diálogo y talante. Y en algunos también alguna que otra dosis de tranquilizante.
Esta es una difícil labor durante la cual muchas veces uno se preguntará si no hubiese sido más práctico enseñarles simplemente a que le llevase y le calzase las zapatillas. Y muchas otras veces se lamentará por no haber comprado un perro en lugar de tener un hijo. Una cosa que si está clara es la diferencia en cuanto a métodos que empleamos los padres de hoy con respecto a los que emplearon nuestros padres con sus hijos, es decir, con nosotros.
Muchos padres que tenemos hijos, hemos sido educados por sus abuelos con la máxima de “la letra con sangre entra”, aunque en mi caso no fuese así, pues conmigo utilizaron mucho el tacto... ¡uffff!, me arreaban cada una... pese a esto tengo que decir a favor de mis padres que jamás me pusieron la mano encima, a mi me daban con la zapatilla, eso sí, teniendo una extremada precaución en no hacerme sangre.
Hay un detalle que quiero destacar y con ello dar una llamada de atención a las mujeres que son madres, y es que muchas cuando regañan a sus hijos suelen amenazarlos con el típico: “ya se lo diré a tu padre cuando llegue a casa”.
Pero señora... no le parece un feo detalle ese de dejar quedar a su marido por un ogro malo que se merienda a los niños..., ¿y si su marido llega borracho a casa esa noche?...
Le voy a ser sincero y perdone la dureza de mis palabras, pero usted al deponer la educación de sus hijos en manos de un ogro que se come a los niños y que además es un borracho, se está comportando con tal grado de irresponsabilidad que no se merece que el perro le lleve las zapatillas y mucho menos que su hijo se las calce.
Otro punto a destacar es el de la igualdad de criterios, es decir y por poner un ejemplo, que su hijo les pide permiso para ir esa noche a la discoteca, uno dice que sí y el otro dice que no... ¡Por favor!, que así no vamos a ninguna parte... y menos a la discoteca.
Lo que tienen que hacer los padres, mejor dicho, el padre y la madre, es hablarlo y consensuarlo, insistiendo mucho sobre todo esto último porque está de moda...
¡Ah!, que a su marido ha vuelto a emborracharse... entonces señora, su problema no es la educación de su hijo… su problema es su marido. Siendo así, hágame caso y cámbielo por un perro, al menos el perro servirá para llevarle las zapatillas.
Ahora bien, si usted que me lee no tiene ni marido ni hijos, no debería perder el tiempo con lecciones de como educar a los hijos que no tiene, usted lo que necesita señorita, es un perro que le lleve las zapatillas y un marido que la calce.
Eso sí, si algún día tiene la desgracia de encontrar marido, pregúntele antes si le gustan los niños y en caso de que le responda afirmativamente, ándese con cuidado, no vaya a ser de que aparte de ser un ogro que cualquier día se merienda a sus niños, sea también un borracho, y ya sabe que el alcohol puede producir impotencia y siendo así, será muy difícil que se la calce.
Hágame caso, tengo un perro y sé lo que me digo… y si no, haga caso al video.
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