A LEOPOLDO, IN MEMORIAM
Llegue al mundo a una edad muy corta y a afortunadamente para mi madre también corto de estatura y de cabeza… quiero decir que salí de cabeza, pues no hace falta ser médico para saber que el parto se habría complicado de haberme parido atravesado.
Mis padres no tuvieron conmigo la suerte que otros tuvieron con sus hijos, pues yo en lugar de nacer con un pan bajo el brazo nací completamente embadurnado y manchado de sangre.
Lo que llovió desde aquel día… Ahora cuento ya con unos cuantos años a mi espalda, y no sólo sobre ésta, si no que también sobre los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo, es decir: de hombro a hombro y de pies a cabeza.
A lo largo de todos estos años que he vivido he oído muchas veces decir a la gente de cierta edad eso de que “los tiempos pasados fueron mejores”, opinión que no comparto en absoluto. Yo soy de los que piensan que “los tiempos pasados son anteriores”,pero eso puede ser debido a que yo no he llegado a la cierta edad.
De todos modos eso no quita de que a veces recuerde los tiempos pasados con nostalgia… Aquellas verbenas… aquellas chavalas… aquellas calabazas…
Y de antes de las calabazas tengo muy buenos recuerdos, también los tengo borrosos y alguno que otro muy triste, como el del día que murió Leopoldo.
Una mañana me levanté, fui a darle los buenos días y me lo encontré estiradito, tiesito y un poco sequito, o lo que es lo mismo: me lo encontré muertito en la caja de zapatos en la que vivía.
Me fijé en que ni siquiera había probado bocado de la hojita de lechuga que yo le había puesto para cenar la noche anterior, detalle por el cual sospeché que el óbito se había producido alrededor de la media noche. De igual modo supuse que al gozar de buena salud, la muerte le provino a consecuencia del corazón.
Leopoldo fue el mejor grillo que tuve en mi vida… Encontrármelo de cuerpo presente fue un trauma para mí.
Esa misma mañana y sin capilla ardiente, le di sepultura en el mismo campo en el que lo había cazado. Con mis propias manos cavé una tumba a la que puse una cruz que me hice con dos palitos y ante la cual recé un Padrenuestro, dos Ave Marías y un Credo.
Y con el corazón rasgado del dolor lloré como un niño arrodillado ante la tumba de mi amigo.
La mañana del domingo siguiente y para sorpresa de mis abuelos, me lavé la cara, me peiné y sin que nadie me obligase, fui a misa y volví a rezar por el alma de Leopoldo.
Todos en casa echamos mucho de menos los “cri cri” de Leopoldo. Recuerdo cierta ocasión en la que noté como mi abuela se ponía muy triste mientras en la radio sonaba una canción que a mi también me conmovió: NO WOMAN NO CRI…
Y yo que domino el inglés igual que el japonés, comprendí enseguida el significado de la canción: NO MUJER NO CRI, al mismo tiempo que comprendí el porqué mi abuela estaba triste: la canción le tría recuerdos de Leopoldo.
Supuse que al cantante también se le había muerto un grillo, motivo por el cual me identifiqué mucho con él, pues quienes hemos perdido un grillo sabemos lo que se siente.
Tuve más grillos a lo largo de mi vida: Pancho, Matías, Avelino… pero ninguno era como Leopoldo, pues tenía un algo, un no sé que especial que se hacía de querer, aparte de que entonaba muy bien.
Ahora tenéis que perdonar que no escriba más, pero en este momento al recordarlo la emoción embarga y se me están llenando los ojos de lágrimas. No quisiera romper a llorar y mojar el suelo, que luego mi mujer me hace pasar la fregona.
Pero antes de irme, quisiera dedicar unos versos a la memoria de mi malogrado amigo.
Mis padres no tuvieron conmigo la suerte que otros tuvieron con sus hijos, pues yo en lugar de nacer con un pan bajo el brazo nací completamente embadurnado y manchado de sangre.
Lo que llovió desde aquel día… Ahora cuento ya con unos cuantos años a mi espalda, y no sólo sobre ésta, si no que también sobre los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo, es decir: de hombro a hombro y de pies a cabeza.
A lo largo de todos estos años que he vivido he oído muchas veces decir a la gente de cierta edad eso de que “los tiempos pasados fueron mejores”, opinión que no comparto en absoluto. Yo soy de los que piensan que “los tiempos pasados son anteriores”,pero eso puede ser debido a que yo no he llegado a la cierta edad.
De todos modos eso no quita de que a veces recuerde los tiempos pasados con nostalgia… Aquellas verbenas… aquellas chavalas… aquellas calabazas…
Y de antes de las calabazas tengo muy buenos recuerdos, también los tengo borrosos y alguno que otro muy triste, como el del día que murió Leopoldo.
Una mañana me levanté, fui a darle los buenos días y me lo encontré estiradito, tiesito y un poco sequito, o lo que es lo mismo: me lo encontré muertito en la caja de zapatos en la que vivía.
Me fijé en que ni siquiera había probado bocado de la hojita de lechuga que yo le había puesto para cenar la noche anterior, detalle por el cual sospeché que el óbito se había producido alrededor de la media noche. De igual modo supuse que al gozar de buena salud, la muerte le provino a consecuencia del corazón.
Leopoldo fue el mejor grillo que tuve en mi vida… Encontrármelo de cuerpo presente fue un trauma para mí.
Esa misma mañana y sin capilla ardiente, le di sepultura en el mismo campo en el que lo había cazado. Con mis propias manos cavé una tumba a la que puse una cruz que me hice con dos palitos y ante la cual recé un Padrenuestro, dos Ave Marías y un Credo.
Y con el corazón rasgado del dolor lloré como un niño arrodillado ante la tumba de mi amigo.
La mañana del domingo siguiente y para sorpresa de mis abuelos, me lavé la cara, me peiné y sin que nadie me obligase, fui a misa y volví a rezar por el alma de Leopoldo.
Todos en casa echamos mucho de menos los “cri cri” de Leopoldo. Recuerdo cierta ocasión en la que noté como mi abuela se ponía muy triste mientras en la radio sonaba una canción que a mi también me conmovió: NO WOMAN NO CRI…
Y yo que domino el inglés igual que el japonés, comprendí enseguida el significado de la canción: NO MUJER NO CRI, al mismo tiempo que comprendí el porqué mi abuela estaba triste: la canción le tría recuerdos de Leopoldo.
Supuse que al cantante también se le había muerto un grillo, motivo por el cual me identifiqué mucho con él, pues quienes hemos perdido un grillo sabemos lo que se siente.
Tuve más grillos a lo largo de mi vida: Pancho, Matías, Avelino… pero ninguno era como Leopoldo, pues tenía un algo, un no sé que especial que se hacía de querer, aparte de que entonaba muy bien.
Ahora tenéis que perdonar que no escriba más, pero en este momento al recordarlo la emoción embarga y se me están llenando los ojos de lágrimas. No quisiera romper a llorar y mojar el suelo, que luego mi mujer me hace pasar la fregona.
Pero antes de irme, quisiera dedicar unos versos a la memoria de mi malogrado amigo.
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Va por ti LEOPOLDO (el grillo que murió, un día por la noche).
A Leopoldo escribo este poema
el cual no es canto a la alegría
pues casi muero de pena
el día que perdió la vida.
Aquella desgraciada mañana
se inundaron de lágrimas mis ojos
cuando al levantarme de la cama
ver que ya no estabas con nosotros.
Muerto te encontré en tu cajita
no habías probado alimento
ver estirada tu antenita
fue un doloroso momento.
El corazón me rompió de dolor
pues tu muerte fue un mazazo
la vida se me volvió de un color
más negro que el de tu sobaco.
Te di sepultura en tierra
tal cual como ya he dicho
mas hoy moriría de pena
saber que hubieses querido un nicho.
Al ajeno le costará entender
que por ser de distinta especie
tanto te llegase a querer
mas aquí no admito ni un pero
pues Leopoldo igual que yo,
salimos de un agujero.
Más quisiera añorado amigo
el que allá donde ahora estés
a ti llegase este poema dolorido
por lo que aquí y en este momento
agradecido quedo a Bill Geis
por tan cojonudo invento.
Para alguno fue una suerte,
pues ganó mucho con tu muerte,
hablo de cierto langostino
a quien quitarías el papel
de LEOPOLDO VALENTINO.
Por último quiero decirte
cuan duro es no volver a oírte
pues desde que no estás aquí
echo en falta tus cri-cri.
A Leopoldo escribo este poema
el cual no es canto a la alegría
pues casi muero de pena
el día que perdió la vida.
A Leopoldo escribo este poema
el cual no es canto a la alegría
pues casi muero de pena
el día que perdió la vida.
Aquella desgraciada mañana
se inundaron de lágrimas mis ojos
cuando al levantarme de la cama
ver que ya no estabas con nosotros.
Muerto te encontré en tu cajita
no habías probado alimento
ver estirada tu antenita
fue un doloroso momento.
El corazón me rompió de dolor
pues tu muerte fue un mazazo
la vida se me volvió de un color
más negro que el de tu sobaco.
Te di sepultura en tierra
tal cual como ya he dicho
mas hoy moriría de pena
saber que hubieses querido un nicho.
Al ajeno le costará entender
que por ser de distinta especie
tanto te llegase a querer
mas aquí no admito ni un pero
pues Leopoldo igual que yo,
salimos de un agujero.
Más quisiera añorado amigo
el que allá donde ahora estés
a ti llegase este poema dolorido
por lo que aquí y en este momento
agradecido quedo a Bill Geis
por tan cojonudo invento.
Para alguno fue una suerte,
pues ganó mucho con tu muerte,
hablo de cierto langostino
a quien quitarías el papel
de LEOPOLDO VALENTINO.
Por último quiero decirte
cuan duro es no volver a oírte
pues desde que no estás aquí
echo en falta tus cri-cri.
A Leopoldo escribo este poema
el cual no es canto a la alegría
pues casi muero de pena
el día que perdió la vida.
2 han comentado:
muy bueno, joder que recuerdos..... yo tambien tenia uno que se llamaba..... no recuerdo !!!!!! cabron¡¡¡¡¡¡ se llamaba leopoldo, me lo levantaste tu
¡Pobre Leopoldo!
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