martes, 26 de febrero de 2008

De visita al urólogo


las 12 de la mañana y con la puntualidad que me caracteriza acudí fiel a la cita. Calle La Cueva 25, consulta de 10 a 5.
La puerta se abrió y tras ella sonó la voz de un hombre que alzándola un poco me llamó por mi nombre.
El nerviosismo se multiplicó por seis y poco me faltó para que a la voz que me llamó responderle de un grito: "¡creo que va en el baño!", pero que coño, esperaba esa cita desde hacía por lo menos un año, así que hacer que estaba ausente no me pareció conveniente.
Un blanco radiante lucía en la bata que vestía y al entrar yo en su despacho como un resorte se alzó y su mano me extendió, devolviendo yo por cortesía también extendida la mía.
Tras los saludos de rigor le expuse con detalle motivo de mi visita el problema que me traía de calle: "mire usted doctor, la molestia empieza aquí pero me afecta toda esta zona hasta la punta del pipí".
Se levantó de su asiento dándome la espalda un momento y cuando hacia mí se volvió tenía cara de enterado y por su forma de hablar mi problema ya ubicado.
"La próstata debe ser, así que la vamos a ver".
Me pasó tras un biombo y notó mi nerviosismo, ya sé que no es lo mismo, pero coño, así es mi forma de ser y también mi primera vez.
Se puso unos guantes blancos ante mi atenta mirada, mientras yo sin perder detalle sus dedos calibraba y aquí se me puso mal cuerpo estando a punto de darme un vuelco pensando en que tal grosor iba causarme dolor.
A la garganta se me subieron los cojones cuando me dice con voz muy seria: "bájese los pantalones".
Me mandó a la camilla, culo en pompa y de rodillas y casi pierdo la compostura cuando en un pequeño espejo me vi en tan comprometida postura.
Intentó tranquilizarme y me pidió que me relajase, tendría coña la cosa si también me dijese que gozase.
Me echó por ahí un ungüento, más fue en ese preciso momento en el que untándome el orificio yo le noté al hombre que era un tipo de oficio.
Y comenzó la exploración.
Primero fue la puntita la que suavizó mi agujero, luego tiro p’alante hasta la última falange.
Palpaba… tocaba… por allí andaba, hubo un momento en el que pensé: "¡este me busca el punto G!".
Cuando halló lo que buscaba lo tocó sin reparo momento en el que di un quejido con el daño preguntándome el muy bruto: "¿no me dirás que duele?. No… pero tampoco disfruto".
Bueno es que ahí acabo la cosa, él tampoco tenía cara de satisfecho y aun así le pregunté: "qué tal?"... teniendo que puntualizar: "está la cosa".
Notó un brillo en mis ojos del que no se había percatado por estar muy ocupado fedellándome en el otro.
Y sonrió por primera vez mientras duró la consulta, pensando yo que había gozado el muy hijo de puta.

No… si lo que es doler, no duele… pero jode.



5 han comentado:

Anónimo dijo...

eres muy bueno

Anónimo dijo...

Muchas gracias

Carmen dijo...

Parece un rap. !Menos mal que no tengo prostata!

Naida dijo...

Con este redactado me he reído y de algo me he percatado, tienes que mantenerlo porque yo quiero verlo (vaya rima más insulsa) te juro que las hago mejores... bueno, que me encanta tu blog!

Verónica dijo...

¡ Buenísimo!Jajaja...Perdona, pero me he reído un montón...Y es que la posición en la que hay que ponerse tiene tela.

Un saludo.