Una mala jugada de los nervios

Estos últimos días estoy de un estado de ánimo tan delicado tan delicado, que si mi mujer me dijese que se va con otro, yo me voy con ellos.
Estoy nervioso, muy estresado y padeciendo las molestias que esto me provoca en el estómago, que me lo hinchan como una pelota y me dan unos retortijones de tener que agarrármelo.
Este es uno de tantos defectos de fabricación que tengo, que soy muy nervioso y bastante gilipollas, porque en las situaciones que cualquier otro se pondría yo suelo conservar la calma, sin embargo puedo agobiarme hasta pasarlas putas por una tontería de nada.

Tanto es así, que estoy como estoy y sin saber por qué coño estoy así.
Y menuda mala pasada me jugaron hoy los nervios y sus putos efectos. Como ya he dicho éstos me hacen hinchar el estómago, y como supondrás todo lo que hincha tiende a deshinchar, y en mi caso suele hacerlo por el agujero que más cerca tiene.
El caso es que estaba yo quemando estrés en el gimnasio, entrenando duro para sacarme esta mala hostia que tengo. Me acuesto en el banco y cargo la barra con el peso máximo que doy levantado.
Levanto las 4 primeras veces con cierta comodidad, a la quinta ya se me pone la cara roja y bufando como un toro la voy levantando poco a poco. A la sexta ya acompaño la subida con un “aaaaaaahhhhhhhhh” que se oye en todo el gimnasio, y a la séptima se me escapa un pedo…
Sí, un pedo, y como ya sabes lo que es no daré más explicaciones, ni sobre como fue el sonido o cuanta la potencia, diré eso sí, que no rompí nada. Pero que vergüenza cuando al incorporarme veo que allí a mi lado se encontraba “la rubia”.
La rubia es la más guapa de todo el gimnasio, la más cachonda, la que hace que todos se vuelvan a mirarla después de cruzarse con ella.
Para envidia de todos los presentes hoy fue ella la que se fijó en mí, y tal hecho sería para sacar pecho de no ser que con la mirada se le escapó un ji,ji.
Quise remendar mi fuga llamando al encargado para que engrasara la máquina pero uno que estaba por allí me comprometió más al decir que las pesas no llevan grasa. Ahí ya la jodí del todo.
Conste que a mí la rubia me importa un pimiento, una porque a mí me gustan más las morenas y otra porque en casa ya tengo una castaña. Pero si ya es un corte el que a uno se le escapé un cuesco delante de gente, da más si cabe que ocurra ante una belleza como esa.
Lo que sí es cierto es que el sistema de llamar la atención funcionó a la perfección, además de que tampoco es tan extraño el que a uno se le escape un cuesco en un momento de gran esfuerzo.
No creo además que por esto vaya a tener una idea equivocada de mí, aunque reconozco que con este detalle y junto con el de que hoy no me he afeitado mi imagen no sale muy beneficiada.
En fin, que los nervios hoy me han hecho pasar este momento de apuro que bueno, tampoco es que sea nada grave, a fin de cuentas es mejor que la rubia me tome por un guarro que perforar una tripa.