Mi nariz y yo
Si hay alguna parte de mi cuerpo desafortunada esa tiene que ser por narices la nariz y no lo digo por tenerla fea o prominente, si no porque todas las que he llevado han ido a parar allí.
Ya en mis tiempos de chaval mi buen amigo Toño Taboada, no permitía que bajase de volumen y a base de puñetazos procuraba mantenérmela siempre hinchada, porque eso sí, cuando de andar a tortas se trataba lo cual por aquel entonces era un día sí y al otro también, yo las ponía como escudo y así mientras me las golpeaban, otras partes del cuerpo se libraban.
Pero no fue Toño el único animal que se ensañó con mi nariz, pues hubo una vez que por meterlas donde nadie me mandaba y atacar un avispero a pedradas, que una avispa se me metió por el orificio para arriba, teniendo yo la sangre fría de apretármela y así matar a la intrusa, teniendo también la muy hija de puta la sangre fría de clavar el aguijón antes de morir y creo que aquí no hará falta decir como me puso el bicho la nariz.
Más adelante y también por entrometido, fue un perro pequeño y que apenas levantaba un par de cuartas del suelo, que aprovechándose de que estaba yo arrodillado, se enganchó a ella por sus colmillos, haciéndolo con tal fuerza que me levanté de un salto y con el chucho colgando de ella.
Para sacarme al perro de encima tuvieron que tirar de él, arrancándomelo literalmente de la cara y junto a él la piel de media nariz, ganándome así por una larga temporada el apodo de Jerónimo, pues mi aspecto era igual al del indio cuando con pintura se maquillaba para la guerra.
Y como la cosa va de animales y narices, tengo que acabar diciendo que mi nariz y yo formamos tan buena combinación que la última que llevé en ella fue también muy dolorosa, que me trajo además de graves consecuencias, importantes efectos secundarios.
Y es que yo a mi señora la conquisté de una hostia… ojito, no me malinterpreten que yo no soy de esos, que antes de pegarle a una mujer me doy un cabezazo contra un bordillo, que más o menos así fue el caso, simplemente habría que cambiar bordillo por farola y cabeza por nariz.
Es que aquellos ojos azules me deslumbraron de tal forma que clavé mi vista en ellos olvidándome de mirar al frente, donde por azar o casualidad y supongo que por orden de la autoridad, habían colocado una farola contra la que yo aplasté mi nariz.
El ¡Ploooommm! sonó en toda la calle llamando la atención de todos los transeúntes, sobre todo la de la guapa chica de los ojos azules y que si hoy es mi señora lo es gracias a mi nariz, que ya tiene narices la cosa...
Ya en mis tiempos de chaval mi buen amigo Toño Taboada, no permitía que bajase de volumen y a base de puñetazos procuraba mantenérmela siempre hinchada, porque eso sí, cuando de andar a tortas se trataba lo cual por aquel entonces era un día sí y al otro también, yo las ponía como escudo y así mientras me las golpeaban, otras partes del cuerpo se libraban.
Pero no fue Toño el único animal que se ensañó con mi nariz, pues hubo una vez que por meterlas donde nadie me mandaba y atacar un avispero a pedradas, que una avispa se me metió por el orificio para arriba, teniendo yo la sangre fría de apretármela y así matar a la intrusa, teniendo también la muy hija de puta la sangre fría de clavar el aguijón antes de morir y creo que aquí no hará falta decir como me puso el bicho la nariz.
Más adelante y también por entrometido, fue un perro pequeño y que apenas levantaba un par de cuartas del suelo, que aprovechándose de que estaba yo arrodillado, se enganchó a ella por sus colmillos, haciéndolo con tal fuerza que me levanté de un salto y con el chucho colgando de ella.
Para sacarme al perro de encima tuvieron que tirar de él, arrancándomelo literalmente de la cara y junto a él la piel de media nariz, ganándome así por una larga temporada el apodo de Jerónimo, pues mi aspecto era igual al del indio cuando con pintura se maquillaba para la guerra.
Y como la cosa va de animales y narices, tengo que acabar diciendo que mi nariz y yo formamos tan buena combinación que la última que llevé en ella fue también muy dolorosa, que me trajo además de graves consecuencias, importantes efectos secundarios.
Y es que yo a mi señora la conquisté de una hostia… ojito, no me malinterpreten que yo no soy de esos, que antes de pegarle a una mujer me doy un cabezazo contra un bordillo, que más o menos así fue el caso, simplemente habría que cambiar bordillo por farola y cabeza por nariz.
Es que aquellos ojos azules me deslumbraron de tal forma que clavé mi vista en ellos olvidándome de mirar al frente, donde por azar o casualidad y supongo que por orden de la autoridad, habían colocado una farola contra la que yo aplasté mi nariz.
El ¡Ploooommm! sonó en toda la calle llamando la atención de todos los transeúntes, sobre todo la de la guapa chica de los ojos azules y que si hoy es mi señora lo es gracias a mi nariz, que ya tiene narices la cosa...
7 han comentado:
AINS MANOLO! QUE GRIMA DE FOTO!
Veo que todo sigue igual por aquí, me alegro mucho.
Cuidate esa nariz, y el piercing que llevas puesto te queda bien.
Leere con calma tus entradas y los comentarios, ya por encima en una he leido que andabas poco inspirado, ya hablaremos de ese tema.
Saludos amigo
rosita jajajajaja... en casa también me dicen que les da grima.
senovilla... a ti te respondo con una entrada.
Está trucada la foto?
¿Haces eso de verdad?
jimmy jajajajaja claro que está trucada jajaja
Manu leo el post, la Compu está tan lenta que ya ingresé en el blog de Rosi tantas veces y no he podido dejarle 1 solo mensaje...leo el post tratando de no ver la fotografía, me impresiona muchísimo (he perdido hace unos años la capacidad de no impresionarme), te digo que si la Churry tiene ojos azules y casi te matas por ella ES LA MUJER DE TU VIDA, NO MIRES A OTRAS!!!.
Monolo eres simpático, agradable de leerte, TODO UN CABALLERO y además me haces morir de risa...qué mas se puede pedir???
Mis besos y abrazos perfumados para los niños, la Churry y para vos...
Ya me extrañaba a mi, es que soy muy inocente sabes :-) me lo creo todo. ¡¡Que ingenuo!! :-)
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